miércoles, 7 de junio de 2017

Me seréis testigos (Una exposición reformada de Hechos 1:8)


Introducción



Hay ocasiones y eventos en nuestras vidas que nos impactan de tal manera que nunca seremos igual. Para algunos, es el momento en que nace su primer hijo. Para otros es el momento cuando conocen a su futuro esposa o esposo. El encuentro genuino con la persona de Jesucristo es una de esas ocasiones.



En esta tarde vamos a continuar nuestro estudio en el libro de los Hechos con un enfoque en el versículo 8 de Hechos capítulo 1. En este versículo vemos registrado el último mandamiento que nuestro Señor dejó a sus apóstoles antes de su ascensión – “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.” Pero más que un mandamiento, creo que lo que hace Jesús aquí es que les entrega a los apóstoles una identidad primordial. Noten que no les dice, “bueno me voy pero quiero que hablen de mi y que continúen enseñando lo que yo enseñé cuando ya no esté junto con ustedes.” Al contrario, les dice “me seréis testigos.” Me llama la atención el uso de esta frase particular – “me seréis testigos” – porque puntualiza el hecho de dar testimonio no como una característica incidental como sucede con los testigos que acuden a los tribunales. El testigo de un choque automovilístico es un testigo incidental – estuvo presente en el momento de los hechos y por eso es testigo. El choque no lo define ni tampoco tiene este testigo obligación de relatar los hechos que ha visto. Pero ser testigo de Jesucristo es una cosa muy diferente. Los apóstoles no eran testigos incidentales de Jesús. Ser testigo de Jesús, para ellos, representaba un cambio fundamental en sus vidas – quería decir que el objetivo principal y primordial de toda su actividad iba a estar centrado y enfocado en dar testimonio de Cristo Jesús.



He puesto de título a este mensaje, Me Seréis Testigo, porque quiero enfatizar como la experiencia que tuvieron estos once hombres con Jesús les dejó una huella permanente e insaciable. Quiero, a la misma vez, invitarles a considerar su propia experiencia con Jesucristo en esta tarde. ¿Ha sido tu encuentro con Jesús, el Hijo de Dios, un encuentro que te ha definido, que ha cambiado tu identidad de una forma primordial? Pues, hermanos, esta es la única y verdadera base del evangelismo. El que no ha tenido un encuentro personal con Cristo Jesús, no puede ser testigo de él. D.L. Moody fue uno de los pioneros de las metodologías modernas del evangelismo. Moody decía que el mundo es un barco que se está hundiendo y que lo que tenemos que hacer es trasladar cuántas personas podamos de ese barco hundiendo al barco de salvavidas. Con su entrenamiento en la psicología, Moody pensaba que en realidad no importaba cómo hacíamos que estas personas se montaran al barco de salvavidas, lo importante era el número de personas que podíamos hacer que abandonaran ese barco a la deriva y que se subieran al barco de salvavidas. Y de allí nacen los métodos modernos del evangelismo – métodos de persuasión retórica, de manipulación psicológica. Pero esta no fue la base ni el método del evangelismo que vemos en el Libro de los Hechos. Decía Pedro a los judíos – este Jesús a quien ustedes mataron – y Pablo antes Félix disertó “acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero” (Hechos 24:25). No, los apóstoles no usaron tácticas psicológicas sino que testificaban a Jesús con osadía y se comprometían sobretodo con la verdad. ¿Eres tú, hermano o hermana, este tipo de testigo para Jesús?



Quiero contestar tres preguntas acerca de nuestra identidad cristiana como testigos de Jesús en esta tarde. Primero, ¿qué significa ser testigo de Jesús? Segundo, ¿cuál es la extensión de nuestro testimonio? Y tercero, ¿cuál es la fuerza motora, la fuente de energía que posibilita el testimonio del testigo de Jesús? Pero antes de responder a esta pregunta, me gustaría tomar un momento para analizar esta segunda “gran comisión” en su contexto inmediato en el Libro de los Hechos.



El lugar de Hechos 1:8 en el Libro de los Hechos

Los comentaristas están todos de acuerdo que este versículo 8 del primer capítulo de Hechos cobra una importancia central en la producción de Lucas. “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.” Algunos han notado que sirve como una especie de bosquejo para todo el libro de los Hechos anotando que la descripción triple de la extensión de la comisión de Jesús – en Jerusalen, en Judea y Samaria y hasta lo último de la tierra – describe la estructura del libro pues los capítulos 1-8 trata de los hechos apostólicos en Jerusalen, los capítulos 8-13 tratan la expansión de la misión en Judea y la penetración en Samaria y los capítulos 13-28 tratan de la extensión del evangelio hasta los confines de la tierra. Pero la importancia del versículo es mucho mayor.



Algunos comentaristas han señalado la semejanza entre versículo y la gran comisión que encontramos en Mateo 28:18-20 donde leemos:



Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo, amén.



El tema de la extensión internacional, multilingüe y multi-étnica del evangelio es claro en ambos versículos. El poder para llevar a cabo la tarea misionera también se enfatiza en ambos textos. Por eso, se le ha llamado a Hechos 1:8 “la segunda gran comisión.”



Esta segunda gran comisión de nuestro Señor Jesucristo se entrega a los discípulos dentro de un discurso mayor acerca del Reino de Dios. Los apóstoles le preguntan a Jesús si ahora es el tiempo de la instalación del reino político y terrenal. En Hechos 1:6 vemos la pregunta que hacen: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” Juan Calvino ha anotado que la pregunta contiene tantos errores como palabras. Los discípulos parecen que no habían entendido la naturaleza espiritual del reino y que el significado verdadero de la muerte y resurrección de Jesús se les había escapado. Al responder, Jesús les corrige el error y parte de su corrección es este versículo. El hecho de que los apóstoles serían testigos investidos con el poder del Espíritu Santo y comisionados para llevar el testimonio del evangelio hasta los confines de la tierra es un hecho cuadrangular, fundamental en la instalación del Reino de Dios. 



Por último, quiero llamarles la atención a lo que sucede inmediatamente después de que Jesús pronunciara esta segunda gran comisión. De hecho, estas palabras -  “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra” fueron las últimas palabras que los discípulos escucharon directamente de la boca del Cristo resucitado. Leemos en los versículos 9-11



Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entretanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.



Después de haber recibido esta llamada a la acción de la tarea reinal, después de haber sido comisionados para la misión de Dios, los discípulos permanecen atónitos, mirando al cielo. Los dos ángeles que se les aparecen les preguntan ¿por qué estáis mirando al cielo? La segunda gran comisión de Jesús, sin embargo, no es una palabra de Jesús que nos dispone a mirar al cielo, es una palabra que nos dispone a mirar horizontalmente al mundo – al campo de misiones que nos espera, a la mies del Señor. Y es por esa razón que los ángeles intervienen aquí diciéndoles que así como Cristo se fue asimismo ha de regresar. Ahora es el tiempo de poner manos a la obra y de hacer el trabajo del reino.



Con este trasfondo, pues, vamos a considerar nuestras tres preguntas acerca del texto.



¿Qué significa ser testigo de Jesús?

En la Gran Comisión de Mateo 28, Jesús les dice a los discípulos exactamente lo que harían de hacer – irían y harían discípulos, bautizarían y enseñarían todas las cosas que Jesús les había enseñado. Pero la segunda gran comisión de Hechos 1:8 tiene un énfasis distinto. Ya no se trata de lo que harían los discípulos sino más bien de lo que serían los discípulos – me seréis testigos. Me llama la atención esta diferencia porque señala la importancia y la centralidad de la tarea que les ha sido encomendada a los discípulos. Noten que Jesús no les dice a los discípulos: “sigan su vida normal y de vez en cuando, cuando se presenta la oportunidad, hablen de mi.”  Al contrario, les dice: “me seréis testigos.” El testimonio iba a ser el ancla de su identidad. De modo que cuando alguien les preguntara: ¿Quién eres? Ellos no respondería “soy galileo”, “soy pescador”, “soy judío” ni siquiera “soy Jacobo hijo de Alfeo.” Lo que responderían es: “soy testigo del Señor Jesucristo.” Pues así lo dijeron Pedro y Juan ante la furia de los sacerdotes en Hechos 5:32: “Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas.”



Cuando Jesús les dijo a sus discípulos “me seréis testigos” especialmente en respuesta a su pregunta acerca de la restauración de Israel, los discípulos seguramente fueron recordados de las profecías de Isaías. Pues en Isaías 43:10-12 vemos que se había profetizado que la llegada del Reino de Dios vendría acompañado de testigos:



Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mi no fue formado dios, ni lo será después de mi. Yo, yo Jehová, y fuera de mi no hay quien salve. Yo anuncié y salvé e hice oír, y no hubo entre vosotros dios ajeno. Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios.



Estos discípulos daban fe y testimonio no sólo de lo que habían visto y presenciado sino de la verdad detrás de esas cosas. No cumplían con decir, “sí yo vi a Jesús resucitado.” Cumplían y ponían en acción su identidad de testigos cuando decían como dijo Pedro en Hechos 2:36: “que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.” El testimonio se trata hermanos de la verdad, de la verdad que conocemos, de la verdad que nos ha sido entregado en la Biblia. Ese es nuestro testimonio.



Por último, ser testigo de Jesús es estar consumido con una pasión por él. La palabra griega para testigo es marturos. De allí proviene nuestra palabra en español ‘mártir.’ Un mártir es según el Diccionario de la Lengua Española: “persona que muere o sufre grandes padecimientos en defensa de sus creencias o convicciones” y “persona que se sacrifica en el cumplimiento de sus obligaciones.” Incrustado dentro de la identidad de testigo encontramos una pasión y un compromiso sin igual y esa pasión y compromiso son evidentes a todos. Se cuenta que el gran evangelista y predicador del siglo XVIII, Jorge Whitfield, iba por toda su aldea de Gloucester despertando al pueblo a las cinco de la mañana para venir a escuchar sus predicaciones. En una ocasión, uno de sus oyentes fieles se encontró en el camino al lugar del encuentro con el filósofo David Hume – conocido escéptico y ateo, padre de la filosofía empirista británica que decía solo se puede creer lo que se puede ver – y le preguntó: ¿y tú porque vienes a esto tan temprano? Pensé que no creías en estas cosas. A lo cual le respondió Hume: Bueno, yo no creo, pero este Whitfield, ¡este sí cree! Whitfield mostraba una pasión que era visible aun a un escéptico como Hume.



Entonces, ser testigo de Jesús es 1) tener a Jesús como el centro, el ancla de nuestra identidad, nuestro etos, 2) dar testimonio de la verdad total del evangelio, el logos, y 3) estar consumidos de pasión, nuestro patos. 



¿Cuál es la extensión de nuestro testimonio?

Esta segunda gran comisión que encontramos en Hechos 1:8 también nos habla de la extensión de nuestro testimonio. ¿Dónde es que tenemos que ser testigos de Cristo? ¿Es sólo en la iglesia? ¿Sólo entre los hermanos? ¿Sólo en nuestra ciudad? Jesús lo expresa de esta manera: “me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.” Esta calificación de Jesús seguramente les sorprendió a los discípulos. Cuando dice en Jerusalén, Jesús señala el lugar donde están actualmente los discípulos. Los discípulos tenían que ser testigos de Jesús allí donde estaban, en Jerusalén. Tenían que atestiguar de lo que Jesús había hecho en sus vidas en sus casas y en sus vecindades. Con sus familiares y con sus amigos y allegados. Cuando dice Jesús en toda Judea, está señalando una expansión de esa actividad testimonial a sus alrededores inmediatos. Hermanos, no hay lugares exentos del testimonio cristiano. No hay lugares donde dejamos nuestro cristianismo en la puerta. Nuestro testimonio tiene que ser igual de verdadero e igual de eficaz en todo lugar. En el trabajo, en la escuela y en todo lugar tenemos que llevar la verdad de Cristo y lo que Cristo ha hecho en nosotros. Y me pueden decir, “Pero Pastor, si hablo de Jesús en mi trabajo me pueden correr por ser prosélito.” Y mi respuesta sería que Dios te ha puesto en el lugar donde estás para que seas luz para su gloria. Depende de él, pídale a él que te haga el mejor testigo que puedes ser en ese lugar. Te puedo garantizar que Dios te abrirá todas las puertas para que lo puedas hacer. Cuando Jesús dice en Samaria, está en realidad poniendo a sus discípulos en una posición incómoda. Los samaritanos eran aborrecidos por los judíos. Eran considerados sucios, paganos, ladrones, matones. Señor, ¿quieres que seamos sus testigos allí? Sí, ser testigo de Jesús quiere decir que tenemos que enfrentar nuestros prejuicios y nuestros estereotipos. Tenemos que romper con las normas sociales y llegar a aquellos con quienes no asociaríamos de otra manera. Y por último, cuando Jesús dice que seremos testigos hasta lo último de la tierra, nos está poniendo la carga de la misión mundial. Hermanos, tenemos que tener carga por aquellos que son perseguidos por el evangelio, tenemos que tener carga por aquellos que no tienen una traducción de la Biblia en su idioma, tenemos que tener carga por aquellos que no han oído. Ser testigo de Cristo hasta lo último de la tierra quiere decir que estás dispuesto a contribuir y aunarte a la misión mundial de Dios. A veces esto quiere decir que dejas todo y vas a esos lugares, otras veces quiere decir que contribuyes económicamente a la obra y siempre quiere decir que mantienes en tus oraciones las peticiones y los ruegos a Dios por la labor que realizan aquellos que hacen la obra de Dios en tierras lejanas.



¿Cuál es la fuerza motora, la fuente de poder para el testimonio?

Por último, quiero enfocarme en la primera frase de esta segunda gran comisión – “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo.” Los discípulos allá en Jerusalén no tenían ninguna ventaja material, económica o política para llevar a cabo la tarea que Jesús le encomendaba. No tenían palancas en los palacios municipales, no tenían cuentas bancarias infladas, no tenían acceso a medios de transporte por vía rápida ni a sistemas de comunicación masiva. No tenían absolutamente que les posibilitara humanamente para hacer lo que hicieron que fue de “trastornar al mundo entero.” Entonces, ¿cuál fue la fuerza motora, la fuente de poder que hizo posible todo lo que hicieron? Pues Jesús mismo les dice: el poder recibido por el Espíritu Santo. El actor principalmente en las misiones no son los gran misioneros – los David Livingstone, los Adoniram Judson, o los Jim Elliot – no, el actor principal en las misiones es el Espíritu Santo. De hecho, muchos comentaristas ven el libro de los Hechos de los Apóstoles y dicen que mejor se debe titular el libro de los Hechos del Espíritu Santo, pues todo lo que ocurre se debe al poder, a la fuerza motora del Espíritu. La gran dependencia del obrero cristiano no es en las ofrendas, ni en los recursos tecnológicos, ni en su propio entrenamiento, educación y talentos. La gran dependencia del obrero cristiano es en el poder del Espíritu Santo. Y es ese poder que aun impulsa la misión cristiana.



Conclusión

Entonces, hermanos, vamos a terminar con la misma pregunta que hice al inicio. ¿Qué tipo de testigo eres tú? ¿Eres un testigo cuyo encuentro real con Jesús ha ejercido un control total e imponente sobre tu identidad? O ¿eres un testigo a medias? ¿un testigo que da testimonio cuando la oportunidad se presenta? ¿Eres un testigo de toda la verdad del evangelio – que Dios es el único Dios, que ese Dios en todos sus atributos perfectos, se hizo hombre, que murió y resucitó, que está sentado a la diestra de Dios Padre? O ¿eres un testigo de un evangelio parcial – el evangelio que no ofende, el evangelio que es digerible para el apetito de la posmodernidad? ¿Eres un testigo resolutamente comprometido y apasionado por el evangelio y por las almas que le pertenecen a Dios? O ¿eres un testigo que pone el evangelio en segundo lugar? ¿Eres un testigo en tu casa, en tu contexto inmediato y aún con aquellos que desprecias y que te desprecian? O ¿prefieres dejar eso para otros – los profesionales, los que se dedican a eso? Y por último hermanos, ¿eres un testigo empoderado e impulsado por el poder inmenso y todopoderoso del Santo Espíritu de Dios? O ¿eres un testigo que aun intenta hacerlo todo por tu propia cuenta?

3 comentarios:

  1. Gracias a Dios por su vida y porque alumbra los ojos de su entendimiento para enseñar con claridad y denuedo la bendita Palabra.Gracias por compartir.

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  2. Doy gracias al Señor, nuestro Dios y Salvador, por este escrito. He aprendido algo maravilloso y podré compartirlo con otros; es necesario que nuestros ojos sean abiertos para así estar más claros en lo que hacemos, decimos y en quiénes somos en Dios. Dios les bendice.

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  3. Gracias por esta maravillosa explicación

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