Introducción
“Dios por delante” – es un dicho popular en el refranero hispano.
Antes de comprometernos, antes de emprender una labor, antes de lanzarnos a
perseguir nuestros sueños decimos “Dios por delante.” Pero ¿qué es lo que
expresamos cuando decimos “Dios por delante”? El significado teológico del
refrán no carece de importancia ni de sustancia. Al decir “Dios por delante”
estamos afirmando una confianza osada y estamos declarando una dependencia
plena. Afirmamos nuestra confianza que Dios pone lámpara a nuestros pies y
lumbrera en nuestro camino. Declaramos que nuestra dependencia no se encuentra
en nosotros mismos, en nuestras habilidades o en nuestros logros, sino que se
encuentra únicamente en Dios todopoderoso al que confesamos. El salmista David
lo dijo mejor cuando expresó:
Aunque ande en
valle de sombra de muerte
No temeré mal
alguno porque tú estarás conmigoTu vara y tu cayado infundirán tu aliento (Salmo 23:4)
¿De dónde proviene esa confianza osada y esa dependencia plena? En
esta tarde vamos a iniciar una serie de mensajes sobre el libro de los Hechos
de los Apóstoles. El libro de los Hechos es el registro histórico de los
inicios de la iglesia cristiana. Es el primer tratado de la historia de la iglesia
y demuestra los pasos que siguieron un bando de 11 discípulos al llevar el
mensaje de Jesucristo hasta los confines de la tierra y así “trastornaron al
mundo entero” (Hechos 17:6). La confianza y la dependencia de estos hombres y
mujeres de Dios del primer siglo estaban fundadas en “todas las cosas que Jesús
comenzó a hacer y a enseñar” (Hechos 1:1). El libro de los Hechos es una
secuela del evangelio según Lucas y por lo tanto enfatiza la continuidad entre
lo que Jesús hizo en su cuerpo físico durante su ministerio terrenal y lo que
Jesús siguió haciendo en su cuerpo que es su santa iglesia después de ascender
al cielo y sentarse a la diestra del Padre. Y esos eventos registrados en el
libro de los Hechos eran también solamente el comienzo de una larga historia
que sigue hasta nuestros días en el cuerpo de Cristo que aun actúa en el mundo
– su iglesia.
Entonces, en esta tarde quisiera iniciar este estudio del libro de
los Hechos resaltando su relevancia para nuestros días, para este momento y
para el pueblo que Dios ha escogido aquí mismo en la ciudad de Columbus. Al
estudiar este primer versículo del libro de los Hechos quisiera animarles,
amados hermanos y pueblo de Dios, a depositar toda su confianza en lo que
Cristo comenzó allá en Judea hace dos mil años y en lo que Cristo comenzó en
ese día cuando las escamas de los ojos se le cayeron y pudieron ver su estado
de pecado y su necesidad de un bendito y perfecto Salvador. ¿Cómo estás
continuando, hermano y hermana, lo que Cristo comenzó en ti?
Para introducir esta serie de mensajes, entonces, iniciaré con una
breve introducción al libro de los Hechos, repasaré el prefacio y la
dedicatoria del libro que encontramos en Hechos 1:1-3 y lo compararé con el
prefacio que se encuentra en Lucas 1:1-4, y me enfocaré en tres aspectos claves
del primer versículo de Hechos capítulo 1.
El Libro de los Hechos
Los Hechos de los Apóstoles es el segundo de dos volúmenes escrito
por Lucas el acompañante del Apóstol Pablo. Se sabe que Lucas era médico y
algunos comentaristas afirman que era el enfermero itinerante de Pablo durante
sus largos y trastornados viajes misioneros. Como en su evangelio, Lucas se
propone a describir con lujo de detalle lo que aconteció durante los primeros
tiempos de la iglesia cristiana. Se propone a persuadir a su lector de la
veracidad de estos hechos y a recalcar el poder de Dios en el desenvolvimiento
histórico de la primera iglesia cristiana. Algunos comentaristas apuntan a
Hechos 1:8
Pero recibiréis poder,
cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra
como el eje central del libro. El libro de los Hechos se trata del
empoderamiento de la iglesia a través del ministerio del Espíritu Santo y se
trata de la expansión segura y sostenida del evangelio a través de las barreras
étnicas, lingüísticas, socioeconómicas y políticas. El libro de los Hechos ha
sido descrito por el misiólogo Peter Wagner como un manual de instrucciones
para la iglesia. Y de hecho lo es.
Aquí estamos iniciando una obra ministerial para el pueblo hispano
de Columbus no porque somos profesionales en la plantación de iglesias o porque
intentamos avanzar alguna agenda sociopolítica. Estamos iniciando la obra
porque es el mandato del Señor Jesucristo, porque hemos sido empujados y
motivados y además empoderados por el Espíritu Santo para poner al alcance de
la comunidad la predicación expositiva de la Palabra de Dios. Y nuestra brújula
en este quehacer no es nada menos que el mismo libro de los Hechos. Entonces,
espero que con esta serie de mensajes sobre el libro de los Hechos podamos
fortalecernos como el cuerpo de Cristo aquí en Columbus para alcanzar a todos
los suyos y para ser un reflejo de la gloria eterna y la gracia soberana de
Dios.
El Prefacio al libro
Lucas inicia el libro de los Hechos con un prefacio semejante al que
usó para iniciar su evangelio. El libro comienza con una dedicatoria a un
hombre llamado Teófilo. La semejanza entre Hechos 1:1-3 y Lucas 1:1-4 nos
confirma la autoría de Lucas y nos demuestra su propósito al escribir los dos
volúmenes. Vayamos entonces al Lucas 1 para apreciar el paralelismo:
Puesto que ya muchos
han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han
sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo
vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a
mi, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su
origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas
bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido (Lucas 1:1-4)
En este prefacio descubrimos ciertos detalles acerca del lector
original del libro, Teófilo. En primer lugar, vemos que Teófilo es una persona
de cierta estatura social en su entorno, tal vez un funcionario de gobierno o
una persona de importancia social. Esto lo inferimos del uso del apelativo
“excelentísimo” que era reservado para la nobleza de la época. También
inferimos de este prefacio que Teófilo era cristiano. Dice Lucas que le escribe
el evangelio “para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has
sido instruido.” Lo más probable, según los comentaristas, es que Teófilo fue
instruido en el evangelio por el Apóstol Pablo en uno de sus viajes misioneros.
Pero aparte de decirnos algo sobre el lector original del evangelio, el
prefacio de Lucas también nos habla acerca de su propósito por escribir el
libro. Escribe para que conozcamos bien la verdad de las cosas en las cuales
hemos sido instruido. Lucas se preocupa de la verdad. En este sentido, Lucas es
el apologista original. Su objetivo no es de aportar una versión de los hechos
sino es el de mostrar “después de haber investigado con toda diligencia” la
verdad de las cosas. El evangelio de Lucas y, por ende, el Libro de los Hechos
son libros que se esfuerzan por presentarnos la verdad del evangelio y del
poder de la verdad para cambiar el mundo. Este compromiso de Lucas es más
necesario hoy que nunca. Vivimos asediados por un relativismo total que niega
cualquier verdad. Vivimos en la época de las noticias falsas donde impera la
decepción y la mentira.
Pasemos, entonces, a considerar en mayor detalle el prefacio que
Lucas coloca en el versículo 1 de Hechos. Dice Hechos 1:1
En el primer tratado,
oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a
enseñar
Lucas resume aquí de forma sucinta el contenido de su evangelio. Al
hacerlo, además, pone el cimiento de los acontecimientos que irá a relatar en
el Libro de los Hechos. Me llama la atención tres aspectos de este resumen.
En primer lugar, Lucas afirma que ha hablado de todas las cosas que Jesús hizo y enseñó. Al relatar el ministerio
terrenal de Jesús, Lucas se esforzó por presentar un cuadro completo y total de
Jesús. En nuestros días, lamentablemente, parece haber una tendencia de picar
en el evangelio de lo que se nos antoja y dejar a un lado lo que nos parece
ofensivo. Las corrientes teológicas liberales y neo-ortodoxas del siglo XX, por
ejemplo, rechazaron el registro histórico de los milagros, de las sanidades y
de la resurrección catalogándolos como artefactos de una mente pre-científica.
Otras corrientes teológicas contemporáneas, por otra parte, enfatizan la
prosperidad material y la salud física dejando a un lado la realidad de la
aflicción y la persecución que es parte de la experiencia cristiana, pues dijo
el Señor en Juan 16:33 “Esta cosas os he hablado para que en mi tengáis paz. En
el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo.” Nuestra paz
proviene de Cristo no de nuestra cuenta bancaria, del prestigio de nuestro
trabajo, del lujo de nuestro carro o del estado de nuestra presión arterial. El
evangelio, hermanos, nunca es ni puede ser parcial. Siempre es total. O se toma
todo el evangelio o se deja todo el evangelio. No hay un camino mediano. No hay
un evangelio parcial. Leemos que Jesús les dice a la Iglesia de Laodicea en
Apocalipsis 3:15-16
Yo conozco tus obras,
que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero cuanto eres tibio,
y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca (Apocalipsis 3:15-16)
En segundo lugar, Lucas indica que ha hablado de todas las cosas que
Jesús comenzó a hacer y enseñar. Es
interesante que Lucas caracterizaría su evangelio – un registro cabal del ministerio
de Jesús – como un comienzo. La palabra griega aquí, erzato, es como anota F.F. Bruce enfático. Lucas enfatiza que lo
que escribió en el evangelio era el inicio del ministerio de Jesús e implica
así que lo que presentaría a Teófilo en el Libro de los Hechos es una
continuación o una extensión de los acontecimientos que había registrado allá
en el evangelio. De ninguna manera está diciendo Lucas aquí que la obra de
Cristo es inconclusa. “Consumado es” dice Jesús desde el madero – y es así.
Dice el autor de la epístola a los Hebreos en 9:28 “asi también Cristo fue
ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos.” La obra expiatoria de
Cristo es una obra completada, perfecta y sin falta o deficiencia alguna. Sin
embargo, esa obra expiatoria culmina en la sesión de Cristo – sentado a la
diestra de Dios Padre todopoderoso y en ese sentido es, no un final, sino un
comienzo – el comienzo de su imperio y su reino en nuestras vidas. Y creo que
es esta realidad a la que se refiere Lucas aquí. La obra de nuestro Señor
Jesucristo en nuestras vidas es siempre un comienzo. Dice Jesús en Juan 10:10
“yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia.”
En tercer lugar, Lucas contiende que en su evangelio habló acerca de
todas las cosas que Jesús comenzó a hacer
y enseñar. En la actualidad existe una tendencia de separar lo que Jesús
enseñó de lo que Jesús hizo. Algunos creen que si viven una vida siguiendo las
pautas éticas de Jesús lograrán agradar al Señor. Pero, hermanos, esto es un
error. El cristianismo no es una ideología, no es una serie de principios y
creencias abstractas. El cristianismo está siempre y necesariamente arraigada
en la historia. Si confesamos a Cristo confesamos tanto lo que dijo como lo que
hizo. No hay forma de separar las dos cosas. La postura de que Jesús fue uno de
los grandes maestros de la historia pero no fue Dios es una postura imposible
de sostener. O Jesús fue lo que reclamó ser o no lo fue. Cuando nos
comprometemos con el evangelio, hermanos, nos comprometemos con toda una serie
de verdades. Nos comprometemos con la realidad que Jesús fue concebido por el
Espíritu Santo y nacido de una virgen. Nos comprometemos con la verdad que
Jesús fue perfecto en todo y que vivió una vida de agrado pleno a Dios. Nos
comprometemos con la verdad que Jesús fue crucificado que fue sepultado y que
resucitó al tercer día. Nos comprometemos con la verdad que ascendió al cielo y
que está sentado a la diestra del Padre. Nos comprometemos con la verdad que
envió al consolador para estar con nosotros y que a través del Espíritu Santo
sigue actuando en el mundo a través de su iglesia. Esta es nuestra fe
histórica. Es una fe que ha sido transmitido a lo largo de las generaciones y
una fe que ha permanecido intacto aun frente a los asaltos y las asechanzas del
diablo.
Conclusión
Entonces, hermanos, ¿están comprometidos con
esta fe? ¿Creen en lo que Cristo hizo y también en lo que enseñó? ¿Están comprometidos
con la totalidad del evangelio? Pues esta es la fuente de nuestra confianza y
de nuestra dependencia en Dios. Esta es la verdad última y autoritativa. Dijo
el misiólogo y teológo inglés, Lesslie Newbigin, “la confianza apropiada del
cristiano … es la confianza de uno que ha oído y respondido al llamado que
proviene del Dios por quien y para quien todas las cosas existen” es la
confianza de aquel que ha respondido al llamado “sígueme.” Esto es lo que
Cristo pide de nosotros. Que lo sigamos y es también el aliento que nos da el
libro de los Hechos. Entonces, la pregunta que nos debemos hacer hermanos es:
¿Qué es lo que Cristo está comenzando en mí?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario