Introducción
Ya estamos en el tercer domingo de esta nueva obra que el Señor ha
tenido a bien establecer aquí en la ciudad de Columbus. Hoy día, después de un
breve paréntesis la semana pasada, vamos a seguir adelante en nuestro estudio del
libro Hechos de los Apóstoles. Les sugerí hace dos semanas que este libro puede
ser visto con un manual de instrucciones para la plantación de iglesias locales
pues es el registro de lo que Dios hizo a través del Espíritu para trastornar
al mundo entero con las buenas nuevas del evangelio de Jesucristo.
Hoy quiero llamarles la atención a los versículos 2 y 3 del primer
capítulo de Hechos con el fin de persuadirles que nuestro Señor Jesucristo no
simplemente ordenó a los apóstoles a que predicaran el evangelio hasta lo
último de la tierra, sino que más bien los preparó y los equipó durante 40 días
para la obra que habrían de emprender. Lucas hace énfasis en este punto demostrando
que la preparación que Jesús le dio a los apóstoles era una preparación cabal –
una preparación que consistía en una demonstración plena y convincente de la
verdad de su resurrección, en la aclaración de su mensaje, y en la promesa de
una investidura de poder de lo alto.
Que tan importante es este mensaje para nosotros aquí en este
momento que nos esforzamos por plantar una nueva iglesia hispana para la gloria
de Dios. La plantación de una iglesia no es como el lanzamiento de una nueva
empresa, un nuevo servicio o un nuevo producto. La plantación de una iglesia es
una labor espiritual que depende de varios hermanos, todos nosotros, escogidos
por Dios para estar aquí en este momento y preparados por Dios de antemano para
llevar a cabo la obra de modo que toda la gloria sea para él. La plantación de
una iglesia además es una labor que requiere, por encima de todo, no un plan
específico de ejecución, no una inversión sustanciosa de capital, sino que
requiere del poder del Espíritu Santo que es el que trae el fruto y el que
levanta su iglesia para su propia honra y gloria.
He puesto de título al mensaje de esta tarde Preparados para la Obra porque creo que Dios ha preparado a cada
uno de nosotros aquí presentes de una forma específica para esta obra que estamos
empezando. La plantación de una iglesia local no es y nunca ha sido una obra
que desempeña un hombre a solas. La plantación de una iglesia local es un
trabajo de múltiples hombres y mujeres escogidos y llamados por Dios,
preparados por el Señor y empoderados por el Espíritu Santo para extender el
reino de Dios. Entonces, en esta tarde, quiero invitarles hermanos a
preguntarse: ¿cómo es que Dios me ha preparado para ser parte de su obra aquí
en la Iglesia Reformada Hispana de Columbus?
Voy a señalar tres facetas principales de estos dos versículos.
Primero, noten que la obra de los apóstoles comienza con un mandamiento hecho a
unos hombres que Jesús mismo había escogido. Segundo, quiero señalar que este
mismo Jesús se les presentó vivo a estos hombres con muchas pruebas. Y, por
último, quiero enfatizar la enseñanza que recibieron estos hombres durante los
40 días entre la resurrección y la ascensión de nuestro Señor.
El mandamiento dado a
hombres escogidos
Leemos en el versículo 2: “hasta el día en que fue recibido arriba,
después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que
había escogido.” En este versículo encontramos un eco de Lucas 6:13: “Y cuando
era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales
también llamó apóstoles.” Los apóstoles no escogieron a Jesús sino que Jesús
los escogió a ellos y los escogió con un propósito puntual que es el que vemos
en el versículo 2 de Hechos capítulo 1. Los escogió para que fueran testigos de
él, en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. Este es
el mandamiento del cual Lucas habla aquí en Hechos 1:2. Aquí en la Iglesia
Reformada Hispana sostenemos lo que se han llamado “las doctrinas de la gracia”
y una de las doctrinas claves dentro de estas es la doctrina conocida como la
“elección divina.” Dios en su infinita gracia y misericordia identifica y
escoge al hombre o a la mujer que está muerto en sus pecados y delitos y le da
ojos para ver y oídos para oír. No somos nosotros quienes escogemos a Dios, es
Dios quien nos escoge a nosotros. Lo que aprendemos aquí en Hechos, sin
embargo, es que la elección siempre es para un propósito. Dios no nos escoge
para que seamos los mismos, ni nos escoge porque tenemos algo particular que le
atrae. Nos escoge porque tiene ya su propósito establecido para nuestras vidas.
Y este fue el motivo por el cual escogió a los apóstoles, para que trastornaran
al mundo entero.
Hermanos, yo creo firmemente que no es casualidad que estén aquí en
este día. Creo que han sido escogidos por Dios para emprender esta obra, para
plantar esta iglesia para él. Yo nunca pensé ni me vi jamás como un predicador
en una iglesia recién comenzada, pero ese fue el plan de Dios. Dios me escogió
para llevar a cabo su mandamiento de liderar un movimiento de plantación de
iglesia aquí en Columbus. Cada uno de nosotros hemos sido equipados con dones
que son útiles y apropiados para esta obra y esa es la razón que Dios nos ha
colocado aquí.
Jesús se presentó vivo con
muchas pruebas
En Hechos 1:3 leemos: “a quienes también, después de haber padecido,
se presentó vivo con muchas pruebas indubitables.” Una de las grandes
provisiones que Dios le da a su pueblo es la demostración contundente que él
vive. Para los apóstoles fue necesario que supieran, sin lugar a dudas, que él
estaba vivo. Acuérdense de la escena después de la crucifixión de nuestro
Señor. Los discípulos estaban atemorizados. Pedro lo negó tres veces. No
requerían de una aparición, sino que necesitaban una presentación plena de que estaba
vivo. Y esto es precisamente lo que hizo. Lucas recalca aquí la demostración
diciendo que se presentó vivo con muchas
pruebas indubitables. Seguramente no fue Tomás el único que necesitaba
tocar las heridas del Señor y meter el mano al costado para poder confesar
¡Señor mío y Dios mío! (Juan 20:28), sino que todos los discípulos precisaban
de múltiples pruebas indubitables. Y tales pruebas fueron necesarios para la
comisión que los discípulos tenían al frente.
El Cristo que servimos es un Cristo vivo. Y su vida, su realidad
está presente con nosotros cada día. ¿Cuáles son las pruebas indubitables que
tú has visto de la vida de Jesús? Ven hermanos – la resurrección y la sesión de
Cristo, que está actualmente sentado a la diestra del Padre, es la doctrina más
importante y más fundamental del cristianismo. La resurrección de Jesucristo es
el centro del evangelio y es lo que impulsa la evangelización. Sin resurrección
no puede haber evangelización auténtica. Predicamos siempre a un Cristo vivo. Y
es este Cristo vivo quien nos impulsa en nuestro empeño ministerial.
Jesús enseñó del Reino de
Dios
Continuamos leyendo en Hechos 1:3 – “apareciéndoles durante cuarenta
días y hablándoles acerca del reino de Dios.” ¿Qué fue lo que Cristo enseñó
durante su estancia de 40 días antes de la ascensión? Lucas lo resume diciendo
que les habló acerca del reino de Dios. Los gnósticos decían que durante estos
40 días Jesús le entregó a los discípulos una enseñanza distinta a la que
enseñó durante su ministerio terrenal y que esa enseñanza ha sido perdido. Esta
es claramente una visión falsa y es refutada por Lucas. Lucas caracteriza la
enseñanza de Cristo durante los 40 días entre la resurrección y la ascensión de
la misma forma que caracteriza su enseñanza durante sus tres años de
ministerio. Desde un inicio, Lucas caracteriza la enseñanza de Cristo como una
enseñanza acerca del reino de Dios. Consideren lo que dice Jesús en Lucas 4:43:
“Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de
Dios; porque para esto he sido enviado.” Y en Lucas 8:10, le dice a sus
discípulos: “a vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios.” La
enseñanza que reciben los discípulos durante estos 40 días de preparación,
entonces, es la misma que habían recibido antes. Es un solo evangelio. Y es un
evangelio que se va haciendo más y más claro en la medida que vayamos
conociendo y siguiendo a Jesucristo. Esto lo podemos ver en aquel
acontecimiento en el camino a Emaús. Vayan conmigo a Lucas 24:25-32. Tenemos en
esta escena dos discípulos emprendiendo una larga y calurosa jornada hacia a
Emaús. Y están platicando acerca de los acontecimientos de la vida de Jesús el
nazareno cuando Jesús mismo les aparece:
Entonces él les dijo:
¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han
dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en
su gloria? Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les
declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. Llegaron a la aldea
adonde iban y él hizo como que iba más lejos. Mas ellos le obligaron a quedarse
diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde y el día ya ha declinado.
Entró pues a quedarse con ellos. Y aconteció que estando sentado con ellos a la
mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió y les dio. Entonces les fueron
abiertos los ojos y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. Y se
decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros mientras nos
hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras?
Entonces, vemos en este relato que Jesús enseña el mismo mensaje, el
evangelio y lo amplia y lo aclara en base a las Escrituras. Y el resultado fue
que a los discípulos les “ardía el corazón.” El evangelio es en si un mensaje
de poder sin igual. No hace falta añadirle ni buscar otras fuentes paralelas
para ampliarlo. No hace falta descubrir supuestas enseñanzas ocultas como
hubieran querido los gnósticos del primer siglo. Y el evangelio está inscrito a
lo largo y ancho de las Escrituras. No hay porción de la Biblia que no hable de
Jesucristo. No hay épocas o dispensaciones en el programa de Dios que no
involucren centralmente a nuestro Señor. No hay promesas en la Biblia que son
reservadas para otros pueblos aparte del pueblo de Dios, la iglesia, el cuerpo
de nuestro Señor Jesucristo. Cristo es el mensaje central de la Biblia y toda
enseñanza bíblica desde Génesis 1 hasta Apocalipsis 22 se trata directamente de
él, revela su evangelio y nos hace arder el corazón.
Hermanos, Dios nos prepara para su obra mostrándonos el evangelio en
toda su plenitud a través de todas las Escrituras. Dios nos abre los ojos para
descubrir su verdad y esa verdad nos equipa y nos prepara para llevar a cabo su
obra. Aquí en esta iglesia nuestro compromiso mayor es con la predicación
expositiva de la Palabra de Dios, proclamando a Cristo y a su evangelio a
través de todas las Escrituras, versículo por versículo. Y lo hacemos no porque
queremos presentarnos como más intelectuales o más eruditos sino porque queremos
estar siempre preparados para la obra que Cristo nos ha puesto por delante.
Conclusión
Entonces, hermanos, ¿están preparados para la obra? Cristo los ha
escogida y les ha dado una encomienda específica y clara. Cristo se le ha
presentado vivo con pruebas indubitables. Sabemos que Cristo está vivo porque
andamos con él a diario, porque por medio de su Espíritu nos afirma y nos
sostiene en su quehacer, porque en su gran misericordia contesta oraciones y lo
hace de una manera fabulosa. Y Cristo nos ha enseñado el evangelio en toda su
plenitud y simplicidad. Vemos el evangelio en cada renglón de la Biblia, no
porque hemos adoptado una metodología hermenéutica determinada, sino porque el
Espíritu mismo guía nuestra interpretación y como a los discípulos en el camino
a Emaús, nos acusa diciéndonos “oh insensatos y tardos de corazón para creer” y
nos muestra él mismo que está presente en la creación, después de la caída, en
los patriarcas, en el éxodo, en la llegada a la tierra de promisión, en el
reinado de los reyes de Judá, en los salmos y los proverbios, en los profetas y
en cada parte de las Escrituras.
Es esta preparación, hermanos, que nos equipa y nos hace aptos para
llevar a cabo su misión, para obrar para su ministerio, para proclamar su
Palabra y su verdad y para rendirle toda la gloria y la honra para él y de
decir junto con los veinticuatro ancianos de Apocalipsis 4:11: “Señor, digno
eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las
cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario