jueves, 24 de diciembre de 2015

Teología Misional, Teología de las Misiones y Misiología

Teología Misional
La teología misional se refiere a la dimensión misional de varias sub-disciplinas teológicas. En un sentido, toda teología es teología misional, pues toda la teología con orientación bíblica es, o debe ser, una reflexión sobre los propósitos misioneros de Dios en el mundo y el carácter misionero de Dios. 

Martin Kähler ha dicho: "la misión temprana llegó a ser la madre de la teología ya que ésta constituyó un ataque a la cultura contemporánea." Desde la perspectiva histórica, la mayor parte de la teología (particularmente en el Nuevo Testamento) se desarrolló en el contexto de la expansión de la fe cristiana. El encuentro con otras religiones, con la idolatría, con la doctrina falsa, con el sincretismo y con los desafíos éticos que enfrentaban los nuevos cristianos sirvió como el yunque sobre el cual se fue formando la teología. Por eso, Martin Hengel bien ha señalado que la historia y la teología de la iglesia primitiva son, en primera instancia, una historia y una teología misionera. En un nivel más profundo, toda la teología cristiana proviene de la auto revelación de Dios y la obra salvífica de Jesucristo. Toda la teología bíblica, por esa razón, está matizada del tema misionero. Christopher Wright ha abogado persuasivamente por una hermenéutica misional de la Biblia en que la misión de Dios se vuelve el foco de la coherencia hermenéutica: "La misión es el propósito central de la Biblia; por ende, tan apropiadamente podemos hablar de la base misional de la Biblia como de la base bíblica de la misión" (Christopher J. H. Wright La Misión de Dios).

La teología misional busca delimitar de forma más precisa los aspectos misionales de la teología en su conjunto, colocando a la misión de Dios como el eje directriz de la reflexión teológica. Como bien ha dicho Bosch: "Necesitamos una agenda misiológica para la teología más que una agenda teológica para las misiones" (David Bosch Misión en Transformación). La teología misional, por lo tanto, se ocupa de proveer un marco interpretativo por el cual podemos entender el mensaje del evangelio y la misión de la iglesia en su totalidad. 

Al mismo tiempo, la teología misional muestra una dependencia en otras disciplinas teológicas, aprendiendo de ellos y formándose en diálogo con ellos. La misiología, independiente de una doctrina sana, es una empresa peligrosamente especulativa. La teología no sólo nos ayuda a interpretar correctamente las Escrituras, sino que también nos provee de un marco amplio de entendimiento bíblico con el que una teología sana de la misión ha de estar en armonía. 

Teología de la Misión
La teología de la misión, una vertiente de la teología misional, se ocupa de examinar los fundamentos, las orientaciones y las dimensiones teológicas de la misión. Es una reflexión teológica sobre la naturaleza y la obra de la misión. Así, la teología de las misiones arranca con la enseñanza bíblica explícita de las misiones, pero luego supera este enfoque para considerar los múltiples desafíos que enfrentan a la iglesia al llevar a cabo su llamado misionero. La teología de la misión es, pues, un diálogo entre el texto bíblico y el contexto misionero: "La teología de la misión es un estudio disciplinado que trata las preguntas que surgen cuando el pueblo de fe intenta comprender y realizar los propósitos de Dios en el mundo, tal como han sido presentados en el ministerio de Jesucristo. Es una reflexión crítica sobre las actitudes y las acciones de los cristianos al obedecer el imperativo misionero de Dios. Se busca validar, corregir y establecer un fundamento mejor para toda la práctica misionera" (J. Andrew Kirk What is Mission?). Esto quiere decir que la teología de la misión trata una gama amplia de temas concernientes a la misión de Dios en el mundo y a la práctica misionera del pueblo de Dios. Se incluye en la teología de la misión, por lo tanto, la libertad de explorar teológicamente los asuntos y los desafíos actuales a la obra misionera aunque éstos no estén explícitamente tratados en la Biblia o en el estudio teológico tradicional.

Kevin Vanhoozer ha definido la teología en general como "la interpretación bíblica que apunta hacia al conocimiento de Dios." Expande así las implicaciones prácticas de la teología: "la teología nos provee de instrucciones para la deliberación apropiada del evangelio - para la deliberación apropiada de lo que Dios ha hecho en Jesucristo, para la deliberación apropiada de lo que la iglesia dice acerca de Dios y para la deliberación apropiada de cómo vivir bien, como individuos y como una comunidad, a la luz del evangelio." Propone, pues, que la teología tiene que superar la teoría para llegar a la sabiduría, lo que él llama fronesis (la razón práctica que conduce a una conducta justa). Si adoptamos la definición de la teología que propone Vanhoozer, entonces diríamos que la teología de la misión dará como resultado una instrucción acerca de cómo deliberar apropiadamente sobre la naturaleza de Dios como un Dios misionero, sobre la naturaleza de la iglesia como una comunidad misionera, y sobre nuestro compromiso individual para llevar a cabo nuestro cometido misionero a la luz del evangelio.

Misiología
Junto con la teología misional y la teología de las misiones encontramos el término más amplio: misiología. La misiología incluye la teología de la misión, la historia de las misiones, la antropología, los estudios interculturales, la estrategia misionera, las religiones del mundo, el crecimiento de la iglesia, la demografía religiosa e incontables disciplinas adicionales. Según Verkuyl, "la tarea de la misiología en toda época es de investigar de forma científica y de forma crítica las suposiciones, los motivos, las estructuras, los métodos y los patrones cooperativos que conducen a la iglesia al cumplimiento de su comisión." Si esta es la tarea de la misiología, entonces la tarea de la teología de la misión es de proveer el fundamento y las normas teológicas para la misiología. La teología de las misiones es, pues, la intersección entre la misiología y la teología misional.



Proviene de Craig Ott y Stephen J. Strauss. Encountering Theology of Mission: Biblical Foundations, Historical Developments, and Contemporary Issues. Grand Rapids: Baker Book House, 2010.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Congregad e Id, Id y Congregad: La Adoración de Dios y su Misión (Exodo 20:22-26)

Introducción

En unos doscientos años los historiadores de la Iglesia recordarán la presente generación por sus largas y amargas contiendas en torno a la adoración. Las contiendas acerca de la adoración han dividido a iglesias locales, han resultado en la multiplicación de opciones en los servicios dominicales y han abierto una brecha ancha entre las generaciones de cristianos. Aparte de estas heridas visibles y palpables, las contiendas de la adoración han resultado en una fragmentación de nuestra identidad corporativa como adoradores.

Las confesiones de la Iglesia no han ignorado la cuestión de la forma apropiada de adorar a nuestro Dios. La Confesión Bautista de Fe de 1689 (Capítulo 22.1) dice:

Pero el modo aceptable de adorar al verdadero Dios fue instituido por él mismo, y está de tal manera limitado por su propia voluntad revelada que no se debe adorar a Dios conforme a las imaginaciones e invenciones de los hombres o a las sugerencias de Satanás.

La instrucción presente en la Confesión remonta al “principio regulativo” de los Puritanos que proponía, en los términos más simples, que nuestra adoración debe incluir sólo aquellos elementos que han sido designados en las Escrituras y los elementos que siguen lógicamente de ellos. Lamentablemente, el principio regulativo ha servido más como una gasolina para avivar las llamas de la contienda que como un aliciente que cura la división.

¿A Dios le importa cómo adoramos? Esta pregunta se responde en la Biblia con un enfático. A Dios sí le importa cómo le adoramos. Acuérdense de la historia de Nadab y Abiú en Levítico 10.

En Apocalipsis 4:9-10 leemos: “Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado, adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono.” El propósito culminante de la iglesia, pues, (representada aquí en la imagen de los veinticuatro ancianos, es de adorar a Dios por siempre.

¿Qué es la adoración? El griego del Nuevo Testamento usa dos palabras distintas para hablar de la adoración: latreía y proskuneo. Latreía quiere decir ‘servir’ o ‘laborar’. Proskuneo se refiere a la idea de ‘postrarse’ en señal de honor y reverencia. Juntos estas dos palabras cubren el significado de nuestra palabra española adorar.

El propósito culminante de la iglesia es de adorar a Dios por siempre. Este propósito culminante está conectado al propósito intermedio de la iglesia – el proclamar las excelencias de aquel que nos llamó de la obscuridad a su luz eterna. Por eso, en la medida que adoramos a Dios, ponemos de manifiesto su majestad y su obra poderosa en nuestras vidas. En la adoración le rendimos honor a Dios (proskuneo) a través del servicio y la labor (latreía) de proclamar su evangelio.

La adoración es, pues, imprescindible en la vida de la iglesia porque la prepara para su propósito culminante – adorarle por siempre – y porque contribuye a y cataliza su propósito intermedio – el de anunciar las virtudes de aquel que nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9). En su libro Missional Worship, Worshipful Mission, Ruth Meyers propone que la adoración misional es una aproximación a la adoración y la vida congregacional en que la misión permea todo lo que hace la iglesia. Nos congregamos para adorar con el fin de ir a predicar el evangelio. Salimos a proclamar el evangelio con el fin de congregarnos con una plenitud cada vez mayor. He puesto por título a este mensaje Congregad e Id, Id y Congregad para subrayar la importancia de una adoración a Dios que sigue su mandamiento y su instrucción, no con el fin de preservar una tradición, sino con el fin de aunarnos más plenamente a la misión de Dios.

Contexto Bíblico

El pasaje que encontramos en Exodo 20:22-26 representa el principio del Libro del Pacto. El Libro del Pacto es dada al pueblo de Dios justo después de los Diez Mandamientos con el fin de proveerles una aplicación práctica de la ley de Dios en su contexto histórico particular. Esta instrucción es entregada a Moisés después de que los israelitas habían presenciado la presencia de Dios en el Monte Sinaí.

El Diseño de Dios para la Adoración

La primera serie de leyes en el Libro del Pacto se trata de la adoración y se conecta con los primeros cuatro mandamientos del Decálogo. Esta serie de leyes se trata precisamente de no tener dioses ajenos delante de Dios, de rechazar la adoración de imágenes, de usar apropiadamente el nombre de Dios y de guardar  y santificar el día de reposo. Encontramos en estas instrucciones una serie de estatutos muy específico acerca de la construcción de los altares y las prácticas ceremoniales de los israelitas. Pero encontramos también allí una serie de principios generales que hablan del diseño de Dios para la adoración. Me enfocaré en estos principios generales.

La adoración fluye de la experiencia (v. 22)
"Y Jehová dijo a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto que he hablado desde el cielo con vosotros."

La adoración se basa en la experiencia. Cuando Dios revela su diseño para la adoración corporativa entre los israelitas, les recuerda lo que acababan de experimentar. Les recuerdo lo que han visto y lo que han oído. La adoración verdadera, pues, fluye de la experiencia.

La controversia actual sobre las formas de adoración muchas veces se centran en la experiencia que la adoración produce. ¿Es entretenida? ¿Hace una conexión con la generación actual? ¿Me llena? ¿Cómo me hace sentir el servicio?

Pero la adoración no se fundamenta esencialmente en la experiencia que produce. Al contrario, la adoración procede de una experiencia real y tangible con Dios.

Dice Hebreos 12:28: “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos (latreía) a Dios con temor y reverencia.” La verdadera adoración proviene de la experiencia que ya hemos tenido.

Entonces, ¿cómo nos hemos de preparar para la adoración? La preparación para la adoración no significa necesariamente el despejar nuestras mentes y concentrarnos. La preparación para la adoración es más bien el recuerdo de las obras prodigiosas de Dios en nuestras vidas y el reconocimiento de la provisión misericordiosa que Dios nos ha concedido. La preparación para la adoración es una concentración en la majestad que Dios nos revela. ¿Cómo se preparó usted hoy día para la adoración?

La adoración se enfoca exclusivamente en Dios (v. 23)
"No os hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis."

El diseño de Dios para la adoración es que se enfoque únicamente en él. Noten que en el versículo 23 tenemos un mandamiento doble: uno referido a la plata y el otro referido al oro. Pero la metalurgia no es el propósito central del mandamiento. Lo que Dios nos comunica aquí es que debemos dejar que otras cosas distraigan de nuestro enfoque de Dios. Nuestro enfoque puede ser distraído cuando sustituimos otras cosas por Dios “ni dioses de oro os haráis.” La adoración que enfoca nuestra atención en un sustituto, en algo que no es Dios, no es adoración. Pero nuestro enfoque en Dios también se puede distraer cuando lo añadimos algo a nuestra adoración que no es Dios. “No hagáis conmigo dioses de plata.” Nuestra adoración se adultera y se contamina no sólo cuando removemos a Dios del escenario sino también cuando ponemos en el escenario junto a Dios otras cosas. Algunos vienen a iglesia a encontrarse con amigos, a escuchar la buena música, o a sentirse parte de algo. Para ellos, Dios está ausente – han hecho para sí un dios de oro. Pero otros vienen buscando a Dios, pero quieren ciertas adiciones – asientos cómodos, alumbramiento adecuado, temperatura agradable. Estos han hecho un dios de plata. Pero el enfoque en Dios no es algo que puede ni debe controlar el “equipo de adoración.” No podemos producir un enfoque exclusivo en Dios a través de nuestra actuación. Dios produce ese enfoque a través de la obra de su Espíritu en el corazón del hombre.

Romanos 12:1-2 dice: Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Aquí, Pablo nos enseña cómo enfocarnos en Dios – lo hacemos al presentar nuestros cuerpos como un sacrificio vivo y al renovar nuestras mentes por la transformación espiritual.

No se trata de lo que hace el pastor, el anciano o el diácono. Si estás distraído en la adoración, si tienes dificultad en enfocarte en Dios, no mires primero al plataforma, mira primero tu corazón. La distracción comienza en el corazón no en el plataforma.

La adoración invita la presencia de Dios  (v. 24)
"Altar de tierra harás para mí, y sacrificarás sobre él tus holocaustos  y tus ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas; en todo lugar donde yo hiciere que esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré."

La adoración no se trata de un lugar. Muchas veces nos preocupamos demasiado por el lugar donde nos congregamos. Pero Dios promete que en donde quiera que cause que su nombre sea recordado, él vendrá a bendecirnos. La adoración se trata fundamentalmente de la presencia de Dios. El salmista nos dice que Dios habita la alabanza de su pueblo (Salmo 22:3) y Jesús dijo que donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estaré yo (Mateo 18:20). La Confesión de 1689 (22.6) también trata este tema:

Ahora, bajo el evangelio, ni la oración ni ninguna otra parte de la adoración religiosa están limitadas a un lugar, ni son más aceptables por el lugar en que se realizan o hacia la dirección que se dirigen, sino que Dios ha de ser adorado en todas partes en espíritu y en verdad.

El diseño de Dios para la adoración es que invite su presencia. Cuando adoramos a Dios estamos en su presencia y en su presencia Dios se regocija (Sofonías 3:17). Y este es el genio de la adoración a nuestro Dios - nos lleva a su presencia por su propio deleite y para nuestra bendición.

Conclusión


¡Congregad e id, id y congregad! La adoración provee el único fundamento para la misión. Mientras estemos ocupados en las contiendas de la adoración, mientras que ignoremos el diseño de Dios para la adoración, no podemos esperar ser parte de su misión. La adoración nos prepara para “ir y hacer discípulos” puesto que fluye de nuestra experiencia, nos enfoca en Dios en su santidad y singularidad e invita la presencia de Dios en nuestro entorno. Y esto cubre la parte de “congregad e id” pero ¿qué de la id y congregad? Nuestra experiencia en la misión de Dios, nuestra experiencia de proclamar el evangelio, de alcanzar a los que no han oído, constituye otro flujo en nuestra adoración. A través de la proclamación del evangelio llegamos a comprender más sobre la singularidad de Dios, su santidad, su fidelidad y su poder. Y por eso, nuestra adoración se vuelve más enfocada. Por último, participar en la misión de Dios quiere decir traer a los nuevos creyentes a la comunión de los hermanos y por ende a la presencia de Dios. La conexión entre adoración y misión la vemos en Salmo 29:27: “se acordarán y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.”

domingo, 6 de diciembre de 2015

La Misión de Dios en las Plagas de Egipto (Exodo 10:21-29)

Introducción

Relatos de persecución, tortura y vituperio impregnan las páginas de las biografías misioneras de la era moderna. Adoniram Judson sufrió 20 meses de tortura continua en las prisiones burmeses antes de ser ejecutado. Jim Elliot fue asesinado por tribus caza cabezas en las selvas amazónicas. Los hombres y las mujeres de Dios que se han aunado a la misión de Dios a lo largo de la historia han enfrentado persecución.

El hecho de la persecución de los misioneros cristianos no nos ha de sorprender, pues Cristo mismo nos dijo “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes de que a vosotros” (Juan 15:18). Lo que si nos ha de sorprender es la forma espectacular en que los misioneros, tanto los célebres como los desconocidos, han respondido ante la persecución. La viuda de Jim Elliot, lejos de guardar rencor frente a las tribus amazónicas que asesinaron a su esposo, dedicó el resto de su vida a la evangelización de esas mismas tribus.

Hace unos días tuve la oportunidad de pasar un rato en la librería. Un hermano pastor entró y nos comentó acerca de sus experiencias en Cuba. Nos comentó que por predicar el evangelio fue echado a la cárcel por tres días. Pero las siguientes palabras que salieron de su boca no fueron una crítica severa del gobierno opresor de Fidel Castro. Tampoco fueron una expresión de asombro por las condiciones pésimas de las prisiones cubanas – infestadas de ratas y cucarachas con aguas fétidas estancadas en cada rincón de la celda. No, estas no fueron las palabras del hermano. Las palabras del hermano pastor fueron “¡¡Que bendición poder servir al Señor de esa manera!!”

¿Qué disciplina practican estos hermanos y hermanas misioneros para poder enfrentar la persecución con esta gracia? ¿Cómo logran afianzar su fe de modo que pueden alabar a Dios aun en medio de la tribulación más inimaginable? Me recuerda de aquella escena en Hechos 16 en que Pablo y Silas, encerrados en un calabozo en Filipos, encadenados y colgados desde los pies, “a medianoche, orando … cantaban himnos a Dios y los presos los oían.”

Creo que el relato de la penúltima plaga que encontramos en Exodo 10 puede arrojar luz sobre estas preguntas. Creo que en este relato encontramos un retrato de cómo Dios cumple con su misión utilizando sus obreros investidos de su poder para extender la gloria de su nombre.

Este mensaje es parte de un proyecto mayor en el que intento entender las narrativas de las plagas en Egipto desde una perspectiva misional. A diferencia de aquellos teólogos que afirman que las diez plagas no fueron más que una serie de eventos rutinarios en Egipto que Moisés utilizó como una especie de guerrilla psicológica en contra de sus opresores egipcios, yo afirmo que las plagas fueron diez sucesos milagrosos distintos provenientes directamente de la mano de Dios. El propósito por el cual Dios desató estas diez plagas en Egipto no fue para convencer al Faraón, poco a poco, a liberar a los Israelitas. El propósito de Dios al desatar estas diez plagas se encuentra en Exodo 7:5 “Y sabrán los egipcios que yo soy Jehová.” El conocimiento del nombre de Jehová es el propósito principal de las diez plagas. Ese conocimiento, además, resultaría en un anuncio mundial de su nombre (Exodo 9:16 dice “Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra.”)
Propongo que debido a este propósito fundamental de las diez plagas, podemos descubrir en la narración de cada una de ellas un mensaje acerca de la misión de Dios y el uso de su iglesia para cumplir esa misión. Como ha dicho David Bosch, “Dios no tiene una misión para la iglesia, Dios tiene una iglesia para su misión.” A través de este estudio de las plagas, entonces, intentaré comunicar el mensaje de Dios para la iglesia de hoy acerca del cumplimiento de su misión.
Entonces, ¿Qué nos dice el relato de esta penúltima plaga sobre la misión de Dios? Más específicamente, ¿Qué nos comunica acerca de de cómo los misioneros hacen frente la persecución?

Interpretación
La novena plaga es la última de la tercera serie de plagas. Las tinieblas espesas – tinieblas que se palpan – que cobijaron a Egipto por el espacio de tres días demostraron el poder absoluto de Jehová sobre el dios egipcio del sol, Ra, y a la vez demostraron la autoridad y la supremacía del Dios de los hebreos en toda la tierra.

Notamos de inmediato en este relato una oposición obvia entre las tinieblas y la luz. Las tinieblas cubrían a Egipto y la luz resplandecía dentro de las habitaciones de Gosén. La oposición no es ajena al lenguaje bíblico. 1 Juan 1:5 dice “Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en él.” En Juan 9:5, Jesús mismo afirma “Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.” La oposición de las tinieblas y la luz que vemos en Exodo 10 es una oposición entre la presencia de Dios y su ausencia. Dios estaba presente entre los hogares de los israelitas en Gosén y se había ausentado completamente de Egipto. Por eso, algunos han comparado la progresión de las diez plagas a una obra de creación a la inversa. Otros lo han visto como una revocación paulatina pero parcial de la gracia común que Dios provee a partir del pacto con Noé. Por mi parte, considero que las tinieblas espesas que cobijaron a Egipto representan la entrega de Dios de las almas rebeldes a sus propios designios. Veamos, pues, más de cerca la progresión de la plaga de las tinieblas sobre Egipto y luego consideraremos la luz que cubrió a los israelitas.

Las Tinieblas sobre Egipto
Podemos ver en el pasaje tres aspectos distintivos de las tinieblas sobre Egipto. Primero, vemos que las tinieblas cayeron sobre Egipto sin aviso previo y sin negociación con el faraón. Segundo, vemos que la presencia de las tinieblas afectaron las relaciones interpersonales de los egipcios. Y tercero, vemos que las tinieblas llevaron a Faraón a perseguir Moisés.

A diferencia de otras plagas, no hubo ningún aviso previo ni negociación alguna antes de que Dios desatara la plaga de las tinieblas sobre Egipto. Exodo 10:21 inicia el relato con el mandato de Dios a Moisés a extender su mano “hacia el cielo para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, tanto que cualquiera las palpe.” El Faraón había endurecido su corazón ya ocho veces ante el Señor y había echado mentira sobre mentira ante los hechos asombrosos de Dios. Ya para estas alturas, entonces, Dios determinó a no negociar sino a entregarlo a sus propios designios. Pablo habla de esto en Romanos 1:22-24
Profesando ser sabios, se hicieron necios y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre si sus propios cuerpos
Y esta es la progresión de la rebelión pecaminosa en contra de Dios. El hombre comienza por negar una verdad y luego otra. Comienza a darle paso a un pecado y luego a otro. Progresa en la negación de la verdad de Dios y progresa en la participación en el pecado hasta que se encuentra en las tinieblas espesas de la lejanía de Dios. Por eso dice Jesús en Juan 12:35-36
Aun por un poco está la luz entre vosotros, andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a donde va. Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz
Las tinieblas espesas y palpables que cayeron sobre Egipto eran el resultado de su propio desvío de la luz que Dios les proveyó pero que rechazaron una y otra vez.
En segundo lugar, vemos el impacto de la presencia de estas densas tinieblas sobre Egipto. Dice Exodo 9:22-23 “y hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, por tres días. Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días.” El estado de la entrega a nuestros deseos inmundos es una total enajenación del prójimo y un ensimismamiento profundo. Noten, por ejemplo, como Pablo describe las obras de la carne en Gálatas 5:19-21
Y manifiestas son las obras de la carne que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes a estas, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios

Observen que cada una de estas obras de la carne tienen que ver o bien con las relaciones interpersonales o bien con la relación con Dios. ¿No es este el estado natural de quien no ve a su prójimo ni se levanta de su lugar? En 1 Juan 2:9 vemos una afirmación aún más clara de esta condición pecaminosa:
            El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas

En tercer lugar, vemos que los incrédulos responden a su condición tenebrosa con persecución. En Exodo 10:28 Faraón responde a Moisés: “Retírate de mí; guárdate que no veas más mi rostro, porque en cualquier día que vieres mi rostro, morirás.” Esta es la primera vez en las narrativas de las plagas en que el Faraón haya amenazado a Moisés con la muerte y revela la decadencia de su corazón endurecida. Es también un reflejo natural de la profundidad de su rebeldía contra Dios. El hombre entregado al pecado, el hombre revolcando en la suciedad de sus propias concupiscencias del corazón no tiene otro remedio que odiar a Dios y a todo aquel que se somete a su Señorío. En Mateo 5:11 Jesús dice:
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo
La consecuencia normal de la ausencia de Dios en el corazón del hombre es la persecución de los creyentes.

La Luz sobre Gosén
Consideremos ahora la luz que permaneció en Gosén. Aquí también podemos ver tres aspectos distintivos de la luz. Primero, vemos que la luz permaneció en las habitaciones o en los hogares de Gosén. Segundo, vemos que la luz cubrió tanto el pueblo de Dios como las posesiones del pueblo de Dios. Y tercero, notamos que la luz controla la respuesta a la persecución.

Exodo 10:23 dice “mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones.” La Nueva Versión Internacional traduce el mismo versículo: “sin embargo, en todos los hogares israelitas había luz.” No creo que sea casualidad que Moisés mencione que la luz permaneció en los hogares de los israelitas. La luz es la presencia de Dios y la presencia de Dios mora en donde habitamos. Noten también que la luz en los hogares se refiere a familias enteras que contaban con la presencia de Dios aun en medio de las tinieblas densas que cubrían a Egipto. En Efesios 5:8 el Apóstol Pablo nos exhorta:
Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor, andad como hijos de luz
Luego en el resto de la epístola nos dice cómo andar como hijos de luz. Y ¿cómo lo hacemos? “hablando entre nosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales,” estando “sujetos a los maridos,” amando a nuestras esposas, obedeciendo a nuestros padres, criando a nuestros hijos en disciplina y amonestación del Señor. Permanecer en la luz es un asunto que cubre toda la familia.

Segundo, la luz cubre no tan solo las familias israelitas sino también cubre a sus posesiones. El Faraón dispone a dejar ir a Israel después de esta novena plaga bajo la condición de que dejaran atrás su ganado. Moisés responde firmemente en Exodo 10:26 “Nuestros ganados irán también con nosotros; no quedará ni una pezuña; porque de ellos hemos de tomar para servir a Jehová nuestro Dios.” Noten que Moisés no le dice al Faraón “ni una pezuña quedará” porque es nuestro y porque nos costó mucho y porque tú no tienes ningún derecho sobre nuestras pertenencias. No, al contrario. Dice “ni una pezuña quedará” porque “de ello hemos de tomar para servir a Jehová nuestro Dios.” El recelo por las posesiones de Israel no fue un recelo mundano sino un recelo espiritual. Todo lo que tengo es porque Dios me lo dio y todo lo que tengo lo uso para su gloria y no para la mía. Esa es la actitud que tiene el hijo de la luz ante sus posesiones y pertenencias. Dice el Apóstol Pablo en 2 Corintios 9:8
Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra
Nuestras posesiones y pertenencias provienen de Dios y son para Dios. Dios nos da la gracia de tener siempre todo lo suficiente, no para nosotros mismos, no para nuestra comodidad (como lo indican los promotores del evangelio falso de la prosperidad) sino para que le sirvamos a El y le glorifiquemos a El por medio de lo que El nos ha provisto.

En tercer lugar, la permanencia de la luz controla la respuesta a la persecución. ¿Cómo respondió Moisés ante la amenaza del Faraón? Después de todos los prodigios que Dios había hecho, después de todas las demostraciones del poder y la supremacía de Dios, Moisés bien pudiera haber dicho al Faraón de forma desafiante - “a ver, inténtalo.” Pero eso no fue lo que hizo. Dice en Exodo 10:29: “bien has dicho: no veré más tu rostro.” Es una respuesta que indica un control de las emociones y de las pasiones. Es una respuesta que refleja no una conformación a este siglo sino una transformación por medio de la renovación del entendimiento. Y es fascinante que cuando Pablo exhorta así a los romanos en Romanos 12:2, unos cuantos versículos después les dice en 12:14 “bendecid a los que os persiguen, bendecid y no maldigáis.” Semejante mandato recibimos de nuestro Señor Jesucristo en el Sermón del Monte, justo antes de afirmar que somos la Luz del Mundo, nos dice “gozaos y alegraos” ante la persecución y el vituperio por causa de la fe.

Aplicación
Lesslie Newbigin fue un misionero británico en la India durante 40 años. En ese tiempo se esmeró por determinar la mejor forma de comunicar el evangelio de manera intercultural. Cuando regresó a Gran Bretaña después de 40 años encontró que la sociedad que había dejado atrás hace cuatro décadas se había desmoronado a tal grado que para comunicar el evangelio serían necesarias las mismas técnicas interculturales que por tantos años empleó en la India. Encontró en Londres 40 años después de su partida tinieblas espesas semejantes a las que había encontrado en la India cuando primero llegó allí.

Las tinieblas siguen descendiendo sobre nuestra sociedad y nuestra comunidad. En la medida que dejamos a Dios a un lado, en la medida en que nos rebelamos ante él, en esa misma medida aumentan las tinieblas. Entre más aumentan las tinieblas, más habrá persecución. Y es precisamente lo que estamos viendo en nuestros días. El permisivismo del homosexualismo, el aborto, la pornografía; el elogio perenne de la envidia y el robo; el aumento de homicidios de toda estirpe. Son tinieblas espesas en realidad.

Pero ¿cómo hemos de responder? Hay una sola cosa que puede irrumpir en las tinieblas, y eso es la luz. Dice Juan 1:5 “la luz en las tinieblas resplandece y las tinieblas no prevalecieron contra ella.” Entonces, hermanos, la pregunta no es ¿qué movimiento político pueden emprender los cristianos para contrarrestar el desmoronamiento social que vemos en nuestro alrededor? ¿Qué líderes políticos debemos apoyar? ¿Qué escuelas debemos formar? No. La pregunta fundamental es más bien ¿estamos permaneciendo en la luz, en la única y verdadera luz?

Primero, nos podemos preguntar: ¿Resplandece la luz en nuestros hogares? ¿Hemos hecho de Cristo el centro de nuestras conversaciones, de nuestros convivios, de nuestra vida cotidiana? ¿Hacemos resplandecer la luz de Cristo en la disciplina y amonestación de nuestros hijos y nuestros nietos? ¿Brilla la luz de Jesús en nuestras interacciones con vecinos y otros que entran en nuestros hogares?

Segundo: ¿Nuestras posesiones y nuestras pertenencias están cubiertas por la luz? ¿Valoramos nuestras pertenencias, nuestros carros, nuestras casas y nuestras cuentas bancarias no por el valor que nos dan sino por cómo los podemos usar para la gloria de Dios?

Tercero: ¿Ilumina la luz nuestra respuesta ante la persecución? ¿Bendecimos a los que nos persiguen o los maldecimos? ¿Cuál es el tenor de nuestras conversaciones en torno a las decisiones tenebrosas de los líderes políticos y judiciales? ¿Qué lenguaje utilizamos al hablar de los perdidos y los escarnecedores en nuestro medio?

Conclusión

Comencé este mensaje con la pregunta ¿cómo es que los misioneros enfrentan a la persecución y siguen adelante en la misión de Dios aun en medio de graves peligros y amenazas severas? La respuesta es que se mantienen en la luz. Las tinieblas no prevalecerán sobre la luz. Aprendamos a andar en la luz y clamemos a Dios como el salmista que dijo “envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me conducirán a tu santo monte, y a tus moradas” (Salmo 43:3).

sábado, 5 de diciembre de 2015

La Traducción y la Encarnación Parte 1 (por Andrew Walls)

La política es el arte de lo posible; la traducción es el arte de lo imposible. La transmisión precisa del significado de un medio lingüístico a otro se dificulta constantemente por la diferencia estructural y la diferencia cultural; las palabras de la lengua receptora vienen con una carga antepuesta y el viejo cargamento arrastra al nuevo lenguaje a zonas de significado antes desconocidas. En última instancia, el traductor cumple con hacer lo que puede y hace lo mejor que puede hacer en una empresa de alto riesgo.

A la luz de las dificultades inherentes en el proceso de la traducción, es asombroso que Dios haya elegido la traducción como su modo principal de acción para la redención de la humanidad. La fe cristiana se fundamenta en un acto de traducción divino: “el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). La confianza que tenemos en la traducción de la Biblia descansa en este hecho primario de traducción. Existe una historia de la traducción de la Biblia porque hubo antes una traducción del Verbo al hombre.

En otras de las grandes religiones mundiales, la salvación no depende de la traducción en este sentido. En la India, por ejemplo, la fe en la divina presencia en el universo y la fe en la intervención salvífica divina han sido parte de la religión por muchos años. Pero en la India, la salvación depende de la realización de identidad con el divino. No hay un acto de traducción que interviene entre la divinidad y la salvación. El significado, de hecho, no se transfiere de la dimensión divina a la dimensión humana, pues la dimensión humana es transitoria y carente de permanencia. El mundo fenomenal para los hindúes es exactamente lo que los antiguos sabios habían dicho: una ilusión, una maya.

Aun el judaísmo y el islam, que provienen de la misma matriz cultural semítica que el cristianismo y que comparten con el cristianismo la idea de que Dios habla al hombre, no representan el habla de Dios como un lenguaje traducido. En la fe musulmana, Dios habla al hombre exigiéndole la obediencia. El signo de esa palabra se encuentra en el Corán, las palabras directas de Dios en árabe dadas al profeta escogido de Dios. No hay alteración alguna en las palabras de Dios. En la fe profética, Dios habla al hombre. En la fe cristiana, Dios se hace hombre. Esta convicción condiciona la actitud cristiana aun ante la palabra profética. Aunque la iglesia primitiva era judía y guardaba las Escrituras judías, la aproximación cristiana a la Biblia no es idéntica a la visión judía del Torá. Las Escrituras cristianas no son simplemente el Torá con un suplemento actualizado. La traducción de las palabras de Dios – no sólo traducción del lenguaje de Dios al lenguaje humano sino también la traducción de Dios mismo a la humanidad – implica una especie de encuentro único con el Creador. La mayor parte de los mal-entendidos entre el cristianismo y el islam provienen de un supuesto erróneo que la Escritura islámica es igual a la Escritura cristiana. Nada hay más lejos de la verdad. La verdadera analogía entre el cristianismo y el islam es este: el Corán es al islam lo que Cristo es al cristianismo. Para el musulmán, el Corán es la eterna palabra de Dios. Para el cristiano, Cristo es el Verbo eterno. Pero Cristo es un verbo traducido. Por eso es que el cristianismo ha insistido que la Biblia, una expresión secundaria que depende de la realidad de Cristo, sea traducido y actualizado constantemente.

La encarnación es traducción. Cuando Dios se hizo hombre en Cristo, la divinidad se tradujo a la humanidad como si la humanidad fuese la lengua receptora. En la encarnación se hace una afirmación que de otra forma estuviera cubierta en el velo de la incertidumbre: que Dios es lo que es.

Pero el lenguaje es específico a un grupo o a una región. Nadie habla una lengua generalizada o universal. Es menester hablar una lengua particular. Asimismo, cuando Dios se hizo hombre, no se hizo a la imagen del hombre universal. Se hizo una persona en un lugar particular, de un grupo étnico definido, en un tiempo determinado. La traducción de Dios a la humanidad, por medio de la cual el sentido y el significado de Dios fue comunicado, se efectuó en una condición cultural específica y particular.

Las implicaciones se amplían si juntamos la visión de Juan del Verbo que se hace carne con la visión de Pablo sobre el postrer Adán, sobre la nueva humanidad que obtiene su estatura final en Cristo y sobre la formación de Cristo en las nuevas iglesias compuestas por gentiles. Parece que en Pablo, la traducción de Dios en Cristo se vuelve a traducir a partir del judío palestino. Las palabras de la Gran Comisión exigen que se hagan discípulos de entre todas las naciones. En otras palabras, los distintivos nacionales, la conciencia y las tradiciones compartidas, y los procesos conceptuales y culturales particulares a cada nación o grupo étnico se pueden someter al discipulado. Cristo puede hacerse vivible aun en las cosas que pensamos que constituyen la nacionalidad. El primer acto divino de traducción da lugar a una multitud de nuevas traducciones. La diversidad en la comunidad cristiana (diversidad étnica, diversidad lingüística, diversidad política y diversidad racial), pues, es un producto necesario de la encarnación de Cristo. 


Traducido de Andrew F. Walls. The Missionary Movement in Christian History: Studies in the Transmission of Faith. Mary knoll, NY: Orbis Books, 1996. pp. 26-28.