miércoles, 7 de junio de 2017

Lo que Cristo comenzó (Una exposición reformada de Hechos 1:1)


Introducción

“Dios por delante” – es un dicho popular en el refranero hispano. Antes de comprometernos, antes de emprender una labor, antes de lanzarnos a perseguir nuestros sueños decimos “Dios por delante.” Pero ¿qué es lo que expresamos cuando decimos “Dios por delante”? El significado teológico del refrán no carece de importancia ni de sustancia. Al decir “Dios por delante” estamos afirmando una confianza osada y estamos declarando una dependencia plena. Afirmamos nuestra confianza que Dios pone lámpara a nuestros pies y lumbrera en nuestro camino. Declaramos que nuestra dependencia no se encuentra en nosotros mismos, en nuestras habilidades o en nuestros logros, sino que se encuentra únicamente en Dios todopoderoso al que confesamos. El salmista David lo dijo mejor cuando expresó:


                Aunque ande en valle de sombra de muerte
                No temeré mal alguno porque tú estarás conmigo
                Tu vara y tu cayado infundirán tu aliento (Salmo 23:4)

¿De dónde proviene esa confianza osada y esa dependencia plena? En esta tarde vamos a iniciar una serie de mensajes sobre el libro de los Hechos de los Apóstoles. El libro de los Hechos es el registro histórico de los inicios de la iglesia cristiana. Es el primer tratado de la historia de la iglesia y demuestra los pasos que siguieron un bando de 11 discípulos al llevar el mensaje de Jesucristo hasta los confines de la tierra y así “trastornaron al mundo entero” (Hechos 17:6). La confianza y la dependencia de estos hombres y mujeres de Dios del primer siglo estaban fundadas en “todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar” (Hechos 1:1). El libro de los Hechos es una secuela del evangelio según Lucas y por lo tanto enfatiza la continuidad entre lo que Jesús hizo en su cuerpo físico durante su ministerio terrenal y lo que Jesús siguió haciendo en su cuerpo que es su santa iglesia después de ascender al cielo y sentarse a la diestra del Padre. Y esos eventos registrados en el libro de los Hechos eran también solamente el comienzo de una larga historia que sigue hasta nuestros días en el cuerpo de Cristo que aun actúa en el mundo – su iglesia.


Entonces, en esta tarde quisiera iniciar este estudio del libro de los Hechos resaltando su relevancia para nuestros días, para este momento y para el pueblo que Dios ha escogido aquí mismo en la ciudad de Columbus. Al estudiar este primer versículo del libro de los Hechos quisiera animarles, amados hermanos y pueblo de Dios, a depositar toda su confianza en lo que Cristo comenzó allá en Judea hace dos mil años y en lo que Cristo comenzó en ese día cuando las escamas de los ojos se le cayeron y pudieron ver su estado de pecado y su necesidad de un bendito y perfecto Salvador. ¿Cómo estás continuando, hermano y hermana, lo que Cristo comenzó en ti?


Para introducir esta serie de mensajes, entonces, iniciaré con una breve introducción al libro de los Hechos, repasaré el prefacio y la dedicatoria del libro que encontramos en Hechos 1:1-3 y lo compararé con el prefacio que se encuentra en Lucas 1:1-4, y me enfocaré en tres aspectos claves del primer versículo de Hechos capítulo 1.


El Libro de los Hechos


Los Hechos de los Apóstoles es el segundo de dos volúmenes escrito por Lucas el acompañante del Apóstol Pablo. Se sabe que Lucas era médico y algunos comentaristas afirman que era el enfermero itinerante de Pablo durante sus largos y trastornados viajes misioneros. Como en su evangelio, Lucas se propone a describir con lujo de detalle lo que aconteció durante los primeros tiempos de la iglesia cristiana. Se propone a persuadir a su lector de la veracidad de estos hechos y a recalcar el poder de Dios en el desenvolvimiento histórico de la primera iglesia cristiana. Algunos comentaristas apuntan a Hechos 1:8


Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra


como el eje central del libro. El libro de los Hechos se trata del empoderamiento de la iglesia a través del ministerio del Espíritu Santo y se trata de la expansión segura y sostenida del evangelio a través de las barreras étnicas, lingüísticas, socioeconómicas y políticas. El libro de los Hechos ha sido descrito por el misiólogo Peter Wagner como un manual de instrucciones para la iglesia. Y de hecho lo es.


Aquí estamos iniciando una obra ministerial para el pueblo hispano de Columbus no porque somos profesionales en la plantación de iglesias o porque intentamos avanzar alguna agenda sociopolítica. Estamos iniciando la obra porque es el mandato del Señor Jesucristo, porque hemos sido empujados y motivados y además empoderados por el Espíritu Santo para poner al alcance de la comunidad la predicación expositiva de la Palabra de Dios. Y nuestra brújula en este quehacer no es nada menos que el mismo libro de los Hechos. Entonces, espero que con esta serie de mensajes sobre el libro de los Hechos podamos fortalecernos como el cuerpo de Cristo aquí en Columbus para alcanzar a todos los suyos y para ser un reflejo de la gloria eterna y la gracia soberana de Dios.


El Prefacio al libro


Lucas inicia el libro de los Hechos con un prefacio semejante al que usó para iniciar su evangelio. El libro comienza con una dedicatoria a un hombre llamado Teófilo. La semejanza entre Hechos 1:1-3 y Lucas 1:1-4 nos confirma la autoría de Lucas y nos demuestra su propósito al escribir los dos volúmenes. Vayamos entonces al Lucas 1 para apreciar el paralelismo:


Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mi, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido (Lucas 1:1-4)


En este prefacio descubrimos ciertos detalles acerca del lector original del libro, Teófilo. En primer lugar, vemos que Teófilo es una persona de cierta estatura social en su entorno, tal vez un funcionario de gobierno o una persona de importancia social. Esto lo inferimos del uso del apelativo “excelentísimo” que era reservado para la nobleza de la época. También inferimos de este prefacio que Teófilo era cristiano. Dice Lucas que le escribe el evangelio “para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.” Lo más probable, según los comentaristas, es que Teófilo fue instruido en el evangelio por el Apóstol Pablo en uno de sus viajes misioneros. Pero aparte de decirnos algo sobre el lector original del evangelio, el prefacio de Lucas también nos habla acerca de su propósito por escribir el libro. Escribe para que conozcamos bien la verdad de las cosas en las cuales hemos sido instruido. Lucas se preocupa de la verdad. En este sentido, Lucas es el apologista original. Su objetivo no es de aportar una versión de los hechos sino es el de mostrar “después de haber investigado con toda diligencia” la verdad de las cosas. El evangelio de Lucas y, por ende, el Libro de los Hechos son libros que se esfuerzan por presentarnos la verdad del evangelio y del poder de la verdad para cambiar el mundo. Este compromiso de Lucas es más necesario hoy que nunca. Vivimos asediados por un relativismo total que niega cualquier verdad. Vivimos en la época de las noticias falsas donde impera la decepción y la mentira.


Pasemos, entonces, a considerar en mayor detalle el prefacio que Lucas coloca en el versículo 1 de Hechos. Dice Hechos 1:1


En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar


Lucas resume aquí de forma sucinta el contenido de su evangelio. Al hacerlo, además, pone el cimiento de los acontecimientos que irá a relatar en el Libro de los Hechos. Me llama la atención tres aspectos de este resumen.


En primer lugar, Lucas afirma que ha hablado de todas las cosas que Jesús hizo y enseñó. Al relatar el ministerio terrenal de Jesús, Lucas se esforzó por presentar un cuadro completo y total de Jesús. En nuestros días, lamentablemente, parece haber una tendencia de picar en el evangelio de lo que se nos antoja y dejar a un lado lo que nos parece ofensivo. Las corrientes teológicas liberales y neo-ortodoxas del siglo XX, por ejemplo, rechazaron el registro histórico de los milagros, de las sanidades y de la resurrección catalogándolos como artefactos de una mente pre-científica. Otras corrientes teológicas contemporáneas, por otra parte, enfatizan la prosperidad material y la salud física dejando a un lado la realidad de la aflicción y la persecución que es parte de la experiencia cristiana, pues dijo el Señor en Juan 16:33 “Esta cosas os he hablado para que en mi tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo.” Nuestra paz proviene de Cristo no de nuestra cuenta bancaria, del prestigio de nuestro trabajo, del lujo de nuestro carro o del estado de nuestra presión arterial. El evangelio, hermanos, nunca es ni puede ser parcial. Siempre es total. O se toma todo el evangelio o se deja todo el evangelio. No hay un camino mediano. No hay un evangelio parcial. Leemos que Jesús les dice a la Iglesia de Laodicea en Apocalipsis 3:15-16


Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca (Apocalipsis 3:15-16)


En segundo lugar, Lucas indica que ha hablado de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y enseñar. Es interesante que Lucas caracterizaría su evangelio – un registro cabal del ministerio de Jesús – como un comienzo. La palabra griega aquí, erzato, es como anota F.F. Bruce enfático. Lucas enfatiza que lo que escribió en el evangelio era el inicio del ministerio de Jesús e implica así que lo que presentaría a Teófilo en el Libro de los Hechos es una continuación o una extensión de los acontecimientos que había registrado allá en el evangelio. De ninguna manera está diciendo Lucas aquí que la obra de Cristo es inconclusa. “Consumado es” dice Jesús desde el madero – y es así. Dice el autor de la epístola a los Hebreos en 9:28 “asi también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos.” La obra expiatoria de Cristo es una obra completada, perfecta y sin falta o deficiencia alguna. Sin embargo, esa obra expiatoria culmina en la sesión de Cristo – sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso y en ese sentido es, no un final, sino un comienzo – el comienzo de su imperio y su reino en nuestras vidas. Y creo que es esta realidad a la que se refiere Lucas aquí. La obra de nuestro Señor Jesucristo en nuestras vidas es siempre un comienzo. Dice Jesús en Juan 10:10 “yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia.”


En tercer lugar, Lucas contiende que en su evangelio habló acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y enseñar. En la actualidad existe una tendencia de separar lo que Jesús enseñó de lo que Jesús hizo. Algunos creen que si viven una vida siguiendo las pautas éticas de Jesús lograrán agradar al Señor. Pero, hermanos, esto es un error. El cristianismo no es una ideología, no es una serie de principios y creencias abstractas. El cristianismo está siempre y necesariamente arraigada en la historia. Si confesamos a Cristo confesamos tanto lo que dijo como lo que hizo. No hay forma de separar las dos cosas. La postura de que Jesús fue uno de los grandes maestros de la historia pero no fue Dios es una postura imposible de sostener. O Jesús fue lo que reclamó ser o no lo fue. Cuando nos comprometemos con el evangelio, hermanos, nos comprometemos con toda una serie de verdades. Nos comprometemos con la realidad que Jesús fue concebido por el Espíritu Santo y nacido de una virgen. Nos comprometemos con la verdad que Jesús fue perfecto en todo y que vivió una vida de agrado pleno a Dios. Nos comprometemos con la verdad que Jesús fue crucificado que fue sepultado y que resucitó al tercer día. Nos comprometemos con la verdad que ascendió al cielo y que está sentado a la diestra del Padre. Nos comprometemos con la verdad que envió al consolador para estar con nosotros y que a través del Espíritu Santo sigue actuando en el mundo a través de su iglesia. Esta es nuestra fe histórica. Es una fe que ha sido transmitido a lo largo de las generaciones y una fe que ha permanecido intacto aun frente a los asaltos y las asechanzas del diablo.  


Conclusión

Entonces, hermanos, ¿están comprometidos con esta fe? ¿Creen en lo que Cristo hizo y también en lo que enseñó? ¿Están comprometidos con la totalidad del evangelio? Pues esta es la fuente de nuestra confianza y de nuestra dependencia en Dios. Esta es la verdad última y autoritativa. Dijo el misiólogo y teológo inglés, Lesslie Newbigin, “la confianza apropiada del cristiano … es la confianza de uno que ha oído y respondido al llamado que proviene del Dios por quien y para quien todas las cosas existen” es la confianza de aquel que ha respondido al llamado “sígueme.” Esto es lo que Cristo pide de nosotros. Que lo sigamos y es también el aliento que nos da el libro de los Hechos. Entonces, la pregunta que nos debemos hacer hermanos es: ¿Qué es lo que Cristo está comenzando en mí?

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