domingo, 10 de enero de 2016

¿Cuál es el destino de los no evangelizados? Una cuestión vital para la vida cristiana misional

¿Cuál es el destino de aquellos que mueren sin haber escuchado el evangelio? ¿Irán al infierno todos los que nacieron en culturas y regiones donde el evangelio no se ha proclamado? ¿Hay alguna oportunidad de salvación para aquellos que no han escuchado siquiera el nombre de Jesucristo?
Estas preguntas suscitan uno de los dilemas más provocativos y perennes enfrentadas por los cristianos. Es un dilema que se ha debatido entre filósofos y que se ha discutido entre la gente común. Es un tema que le interesa tanto al cristiano como al ateo. En las sociedades en que el cristianismo ha ejercido gran influencia, es un lugar común escuchar preguntas acerca del destino de los que mueren sin haber oído el evangelio. En mi experiencia, es la pregunta apologética de mayor interés entre los jóvenes universitarios.
Durante mi primer año en una universidad estatal, mis amigos y yo practicábamos el evangelismo personal con regularidad. En una de esas ocasiones, un joven incrédulo me preguntó capciosamente: Si Jesús es el único camino a la salvación ¿qué de todos aquellos que nunca han oído de él? En ese momento tenía poca experiencia como cristiano y, en verdad, no le tenía una buena respuesta. De todas maneras, le dije que era una muy buena pregunta y después le pregunté a mi pastor. El me refirió a algunos pasajes de las Escrituras y me advirtió que no tenía una opinión firme sobre el asunto. En los años que han pasado desde ese encuentro hasta la fecha se me ha hecho esa misma pregunta centenares de veces.

La Importancia del Asunto
¿Por qué es tan importante esta pregunta? Bueno, hay al menos tres razones que explican su importancia. Tal vez la razón más obvia es que la pregunta es una variante del antiguo y perenne problema del mal. Este dilema filosófico ha ocupado algunos de los mejores y más brillantes pensadores cristianos. El problema del mal comúnmente reza así: Si Dios es bondadoso, omnisciente y todopoderoso ¿por qué existe la maldad en el mundo? Su omnisciencia presupone su conocimiento de cómo erradicar la maldad del mundo. Su poder presupone que tiene la habilidad de erradicar la maldad del mundo. Su bondad presupone que desea erradicar la maldad. Entonces, si hay un Dios bueno, omnisciente y todopoderoso ¿por qué hay maldad en el mundo?
Una vertiente del problema del mal involucra el destino de los no evangelizados. A esta vertiente se le ha llamado el problema soteriológico del mal puesto que se enfoca en la doctrina de la salvación. Se pregunta: Si Jesús es el único Salvador y nadie se salva si no es por él, ¿cómo se puede decir que Dios es bueno si condena a aquellos que nunca han escuchado acerca de Jesús?
El gran teólogo del siglo IV, Agustín de Hipona1, consideró esta misma pregunta. Su consideración fue en respuesta al filósofo secular Porfirio quien preguntó:
Si Cristo se declara el único camino a la salvación, a la gracia y a la verdad, y si afirma que sólo en él hay un camino hacia a Dios ¿qué de aquellos que vivieron siglos antes de que Jesús apareciera? … ¿Qué le ha sucedido a incontables almas, que nada de culpa tenían puesto que el que vendría a ser el único camino a la salvación aún no se había revelado como tal?2
La pregunta de Porfirio es relevante no solamente a aquellos que vivieron antes de la venida de Jesucristo sino también a los que han muerto sin haber escuchado el evangelio.
Y esto nos lleva a la segunda razón por la importancia de este asunto. Una gran proporción de la raza humana ha muerto sin haber escuchado las buenas noticias del evangelio. Se estima que cien años después de la muerte de Cristo había una población de unos 181 millones de personas.3 De ellos sólo un millón eran cristianos. También se estima que habían alrededor de 60,000 sociedades en las que el evangelio no había penetrado en ese momento. Se estima que en el año 1000 dC había una población de algunos 270 millones de habitantes. 50 millones de ellos eran cristianos. Se cree que habían alrededor de 50,000 sociedades en que el evangelio no había penetrado. En el año 1989 dC habían 5.2 miles de millones de habitantes en la tierra. Sólo 1.7 mil millones eran cristianos. Es más, aún quedaban unos 12,000 sociedades en el mundo en que el evangelio no había penetrado. También podemos pensar en todas esas personas que vivieron antes de la venida de Cristo y que nunca escucharon acerca de la nación de Israel y el pacto de Dios con ellos. No hay forma de saber exactamente cuantas personas han muerto sin haber escuchado de Israel o de la Iglesia, pero creo que me justifico en decir que la gran mayoría de personas que han existido han muerto sin haber oído el evangelio.
Puesto que los números son tan altos, la preocupación por el destino de los no evangelizados es de interés inmensa. ¿Qué podemos decir acerca de los miles de millones de almas que han vivido y muerto sin conocimiento alguno de la gracia divina manifestada en Jesús?
Una tercera razón por la importancia de esta pregunta es que muchos de nosotros, en estos tiempos de globalización, tenemos contacto con personas de otras culturas y religiones. Estos conocidos nos pueden llegar a preguntar acerca del destino de las almas de sus antepasados que no supieron de Jesús. Esto me sucedió a mí de una forma muy impactante. Nuestra hija adoptiva, que es de la India, nos preguntó consternadamente acerca de la salvación de sus padres naturales. ¿Había esperanza para ellos? Y ¿qué si no hubiera quien les predicara el Evangelio? Tales discusiones se han vuelto más comunes en el nuevo milenio debido a la creciente cercanía (presencial y virtual) de los habitantes del planeta.

Dos Creencias Cruciales
Con el contacto creciente entre grupos de personas, obtenemos mayor conocimiento acerca de otras religiones. Hay cierto estrés que viene junto con ese nuevo conocimiento. El nuevo conocimiento de una multiplicidad de religiones ha resultado en lo que Gabriel Fackre ha denominado una “insuficiencia cardiaca cristológica.” Algunos autores contemporáneos como John Hick creen que para adaptarse a las sensibilidades globalizadas de la actualidad, debemos renunciar nuestras ideas acerca de la exclusividad de Jesucristo.4 Jesús es uno entre muchos salvadores. Decir que Jesús es el único Salvador, afirman ellos, representa la cúspide de la arrogancia y de la intolerancia. El cristianismo se vuelve una simple faceta del eurocentrismo imperante en el mundo.
Los autores que hacen estas afirmaciones consideran que los autores de este libro son intolerantes y eurocéntricos. Los tres autores de este libro nos comprometemos con el evangelio en su forma escritural y nos rehusamos a sacrificar a la realidad de Jesucristo encarnado, crucificado y resucitado en el altar del pluralismo moderno. Al contrario, cada uno de nosotros afirmamos la finalidad y particularidad de Cristo. Por finalidad queremos decir que Jesús es la revelación plena y autoritativa del carácter y de la voluntad de Dios. No hay ninguna revelación que le sobrepasa. Por particularidad queremos decir que Jesús es el individuo único y particular a quien Dios ha designado como nuestro Salvador. La salvación viene única y exclusivamente de las acciones históricas de Dios en la vida, la muerte, la resurrección y la ascensión de Jesús. 
Suelen citarse varios textos bíblicos para apoyar esta conclusión. En el libro de Hebreos, por ejemplo, leemos que Jesús no es un profeta sino el mismo Hijo de Dios que nos revela precisamente lo que quiere decir ser Dios (Hebreos 1:1-3). En el Evangelio de Juan, Jesús dice que quien lo vea a él también ve al Padre (Juan 14:9). Jesús, pues, es presentado en las Escrituras como el que revela verdadera y plenamente a Dios. Además, en la Biblia encontramos la afirmación que Jesús es el Salvador particular del mundo. No es por medio del Buda o de Mahoma u otra figura que Dios ha obrado decisivamente para salvar a la humanidad, sino que es por medio de Jesús de Nazaret. El libro de los Hechos proclama que no hay otro nombre aparte de Jesús bajo el cual el hombre se salva (Hechos 4:12) y Jesús mismo dice que nadie viene al Padre si no es por él (Juan 14:6). A la luz de tales versículos, los cristianos afirman la singularidad de la revelación y la redención que se encuentra en Jesús.
Otra creencia crucial tiene que ver con la extensión de la salvación. La Biblia claramente revela que Dios tiene el conocimiento y el poder para ofrecer la salvación a los pecadores. Además, la Biblia afirma que Dios es bueno – es bueno más allá de lo que nos podemos imaginar. Y este Dios bueno quiere salvar a pecadores. Hay innumerables textos bíblicos que revelan el deseo de Dios para salvar al pecador.
Pablo dice “murió por todos” (2 Corintios 5:15) y sostiene que el hecho redentor efectuado por Jesús resultó en la justificación de todos los hombres (Romanos 5:18). Para Pablo, Jesús es el punto focal de la gracia de Dios, lo cual lo hace “Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen” (1 Timoteo 4:10; Tito 2:11). Primera de Juan 2:2 declara que Jesús es “la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.”
En el Nuevo Testamento a menudo encontramos referencias al deseo de Dios de salvar a pecadores. La segunda epístola de Pedro dice que Dios no quiere que ninguno perezca sino que todos vengan al arrepentimiento (3:9). Pablo dice lo mismo cuando escribe que Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Jesús mismo expresa esta idea al decir que su obra de expiación atraería a todos a él (Juan 12:32). Juan escribe que de tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito para nuestra redención (Juan 3:16).
Estos textos hablan de la motivación de Dios de salvar a pecadores. Al colocar estos versículos junto a otros versículos que sostienen la salvación exclusiva por medio de Jesús, sin embargo, surgen ciertas preguntas. ¿Quiere Dios que todos se salven o solamente los que tienen fe en Cristo? ¿Es la expiación de Jesús solamente para cristianos o es también para aquellos que no se han convertido? Es un viejo debate y los lectores anotarán que los autores de este libro interpretan pasajes claves de las Escrituras de diferentes maneras.
Nash sostiene la posición que se conoce como la expiación limitada en que Jesús murió por un grupo definido de personas, o sea, los elegidos. La frase “todos los hombres” en los textos mencionados se entiende como toda la humanidad (sin distinción de raza, género, educación, idioma, etc.) y no como todo y cada hombre. Los pasajes que hablan del deseo de Dios de salvar a todos los que se arrepienten o que Dios amó al mundo, además, se interpretan como el deseo y el amor de Dios para con sus elegidos, no para con los hombres en general. Fackre y Sanders, por otro lado, afirman lo que se conoce como la expiación indefinida (o ilimitada) en que Jesús murió por cada individuo, cristiano o no cristiano. Interpretan pasajes que hablan del “mundo” y de “todos los hombres” como evidencia de que Dios quiere que todo individuo sea beneficiario de la obra de Cristo. Nuestras distintas interpretaciones de estos textos bíblicos nos conducen a diferentes perspectivas sobre el destino de los no evangelizados.

Las Perspectivas
Las creencias centrales que acabo de exponer – el deseo de Dios de salvar y la exclusividad de Jesús como Salvador (lo universal y lo particular) – constituyen el meollo del dilema acerca de los no evangelizados. Ciertamente tanto los grandes temas como los textos específicos de la Biblia iluminan el debate. Aunque la Biblia no trata el tema de forma sistemática, sí provee información crucial para llegar a una posición definida. Las tres perspectivas discutidas en este libro revelan distintas interpretaciones de las Escrituras.
      Ronald Nash sostiene la perspectiva del restrictivismo. De acuerdo a esta posición, Dios ofrece salvación únicamente a través de Jesús y es necesario conocer la obra de Cristo y tener fe en él antes de morir para alcanzar la salvación. Dios ha apuntado a Jesús como el único medio de salvación. No hay otro camino a la salvación aparte del oír que viene por predicación del evangelio.
Notamos que a Nash le parece que los términos exclusivismo y restricitivismo son sinónimos. Esto es legítimo para nuestros propósitos en este libro siempre y cuando estemos alertados al hecho de que algunos ven estos términos como diferentes. En la literatura del pluralismo religioso, el exclusivismo designa la perspectiva de que el cristianismo ofrece la única opción para la salvación; todas las otras religiones son estériles en cuanto a la salvación divina y Dios no utiliza ninguna otra religión. Aunque el exlcusivismo afirma la exclusividad y finalidad de Jesús, no necesariamente implica el restrictivismo ya que algunos exclusivistas son universalistas y otros sostienen que hay oportunidad para salvación después de la muerte.5 Tanto Karl Barth como Carl F.H. Henry son exclusivistas en cuanto a la relación entre el cristianismo y otras religiones, pero en cuanto a sus visiones acerca del destino de los no evangelizados están diametralmente opuestas. Henry es restrictivista mientras Barth cree en una salvación universal.6
John Sanders adopta la posición conocida como inclusivismo. Esta perspectiva sostiene que Dios salva al hombre por medio de la obra de Cristo pero el hombre no tiene que conocer a Cristo para gozar del beneficio de la salvación. Dios otorga salvación si hay fe en él según la revelación de la creación y la providencia.
Gabriel Fackre sostiene la posición que se llama divina perseverancia (también conocida como evangelización después de la muerte). Según esta postura, los que mueren sin haber sido evangelizado reciben una oportunidad de salvación después de la muerte. Dios no condena a nadie sin saber primero cual es su respuesta ante la buena noticia de Cristo.
Las tres perspectivas comparten puntos interesantes de convergencia y divergencia. Como ya hemos notado, todos afirman la finalidad y particularidad de la salvación en Jesucristo. El restrictivismo y el inclusivismo, a diferencia de la divina perseverancia, proponen que nuestros destinos están sellados en la muerte y que no existe oportunidad de salvación después de la muerte. El restrictivismo y la divina perseverancia, a diferencia del inclusivismo, sostienen que el conocimiento del evangelio es una condición necesaria para la salvación. El desacuerdo se encuentra en su visión del momento en que se presenta el mensaje. El inclusivismo difiere de las otras dos perspectivas en su visión de que Dios ofrece salvación aún cuando el evangelio no haya sido predicado. El inclusivismo y la divina perseverancia afirman que Dios hace que la salvación que viene por medio de Jesucristo sea disponible a todos los hombres que jamás hayan escuchado el evangelio, pero el restrictivismo sostiene que la salvación es únicamente para los elegidos.
Tenemos que hacer mención de que existen otras perspectivas acerca del destino de los no evangelizados que no se tratan de forma detallada en este libro. Se pueden resumir como sigue:
o   Algunos abogan por un agnosticismo completo. Sostienen que no existe suficiente información bíblica para contestar la pregunta.
o   Otros, como Santo Tomás de Aquino y Norman Geisler, creen que Dios enviará su evangelio a todos aquellos que responden positivamente a la revelación general. En otras palabras, Dios envía más luz a aquellos que responden a luz que se le es dada.
o   Algunos abogan por la posición del “conocimiento intermedio” que sostiene que Dios salva a aquellos que habrían creído si hubieran escuchado el evangelio. Como Dios sabe la respuesta de cada corazón a las buenas nuevas, Dios puede salvar según este conocimiento.
o   Algunos teólogos católicos romanos proponen una versión de la evangelización después de la muerte que denominan la teoría de la opción final. Creen que cada individuo, a la hora de morir, tiene un encuentro personal con Jesucristo y en ese encuentro todos tienen la opción de creer.
o   Teólogos como John R.W. Stott tienen optimismo que Dios salvará a la gran mayoría de la raza humana aunque reconocen que no saben cómo exactamente lo logrará. O sea, rehúsan abogar por un método de salvación en particular pero afirman que la salvación final será para la mayor parte de los hombres.
o   J.I. Packer parece ser más pesimista al respecto. Propone que Dios puede ofrecer salvación a una porción de los no evangelizados pero no sabemos cuántos ni cómo.
o   Otros proponen un universalismo completo en que absolutamente todos serán salvos por medio de Jesucristo. Los universalistas tales como Orígenes creen que Jesús eventualmente llevará a todos los pecadores a reconciliarse con el Padre.
o   Finalmente, existen los pluralistas unitivos. Estos van más allá del universalismo clásico y rechazan la exclusividad de la obra salvadora de Jesucristo. Mientras que los universalistas tradicionales dicen que todos los hombres serán salvos por medio de Jesús, los pluralistas unitivos dicen que esto implica que la mayoría de las religiones del mundo son incapaces de brindar salvación a sus propios adherentes aparte de Jesucristo. Los pluralistas unitivos como John Hick y Paul Knitter creen que la mayoría de las religiones del mundo son caminos válidos para la salvación. Afirman, además, que defender a Jesucristo como el único Salvador es una intolerancia y una ofensa a las demás religiones del mundo.7

Puntos de Concordancia
Al señalar estas diferencias, no obstante, no debemos ignorar el hecho de que hay gran concordancia entre los cristianos acerca de algunos puntos claves en este asunto. Todas las posiciones mencionadas anteriormente, con la excepción del pluralismo unitivo, se caracterizan por ciertas características comunes.
            Todos afirman la finalidad y particularidad de Jesús para la revelación y la salvación. A lo largo de la historia de la iglesia ha existido consenso en este punto: Jesús es el único Salvador del mundo y es la revelación máxima de Dios.
            El uso de las Escrituras como la fuente exclusiva de la revelación. Cada una de las perspectivas, salvo la del pluralismo unitivo, busca apoyo en las Escrituras para demostrar que es la perspectiva que mejor refleja la enseñanza del testimonio bíblico.
            Precedente Histórico. Ninguna de las perspectivas mencionadas es novedosa en la historia de la iglesia. Los proponentes de cada perspectiva pueden generar listas impresionantes de adherentes dentro de la historia eclesiástica. Esto es importante por dos razones. Primero, porque corrige la amnesia histórica que suele surgir cuando descartamos la perspectiva de otro por ser muy novedosa o pasada de moda. Algunos cristianos no conocen ninguna de las perspectivas, así que es posible que una perspectiva en particular les parezca novedosa. En segundo lugar, demuestra que los cristianos nunca han logrado consenso en este importante pero difícil tema. Desde la Patrística hasta la fecha, los cristianos no han llegado a un acuerdo acerca del destino de aquellos que mueren sin haber oído el Evangelio de Jesucristo.8
            En la iglesia no existe un consenso sobre el destino de los niños que mueren ni tampoco hay acuerdo en cuanto al destino de los que tienen discapacidades mentales. Mucho menos existe unidad de pensamiento en cuanto al destino de los no evangelizados.

¿Por qué el Desacuerdo?
Se puede preguntar justificadamente ¿Por qué no hay consenso en este tema? ¿Acaso no hay claridad de pensamiento en las Escrituras al respecto? Estas son buenas preguntas y vale la pena considerar varias respuestas en su orden respectivo.
            En primer lugar, tenemos que recordar que hay una serie de temas en que la iglesia no ha llegado a un acuerdo. El bautismo, la Santa Cena y la escatología son tres ejemplos ilustres. Sin embargo, a pesar de nuestra falta de consenso en estos puntos, concordamos en un gran número de puntos de vista importantísimos. Lo mismo ocurre en el debate acerca del destino de los no evangelizados. Todos los cristianos ortodoxos están de acuerdo en que Dios desea salvar a pecadores, que Jesús es Dios encarnado cuyo ministerio hizo posible la redención, que los humanos son pecaminosos, que el evangelio es poderoso para salvar y que la Biblia es la autoridad final para la fe y la práctica. Estos son puntos de consenso importantes. En la ausencia de un consenso sobre estos puntos, la discusión sería muy diferente.
            Una de las razones principales por la que no siempre llegamos a un acuerdo es que somos criaturas finitas. Tenemos un conocimiento y un entendimiento limitado. Nadie sabe todo pero nadie es totalmente ignorante tampoco. Esto quiere decir que nuestro entendimiento aun del texto bíblico es parcial. Aunque la Biblia es autoritativa e infalible, nuestra interpretación siempre será imperfecta.
            Otro factor importante es que todos somos pecadores y el pecado afecta nuestro razonamiento. Es posible que al interpretar las Escrituras hemos sido influenciados por nuestros deseos pecaminosos. El orgullo, por ejemplo, puede impedir que aceptemos el argumento de un hermano. Sin embargo, no obstante nuestro pecado y nuestras limitaciones humanas, el Espíritu Santo continua obrando en nosotros para entender el mensaje de la Biblia y aplicarlo a los asuntos apremiantes de nuestros tiempos. Nos necesitamos el uno al otro, aún a nuestros opositores, en nuestro afán de conocer la verdad de Dios.
            Aunque cada uno de los autores afirma la autoridad de las Escrituras, cada uno se aproxima a la Biblia desde una tradición hermenéutica particular. Traemos a la interpretación nuestro trasfondo, nuestros intereses y nuestros valores. Esto se ve en los textos que citamos y en la forma en que armamos nuestros argumentos. Los tres autores han desarrollado distintos modelos para explicar el destino de los no evangelizados en base a nuestra propia interpretación de la Biblia. Esto no tiene nada de malo. Simplemente admitimos que somos criaturas ubicados en culturas y tradiciones particulares que guían nuestro pensamiento y nuestras evaluaciones.
Cada uno de nosotros, por ejemplo, pertenecemos a una denominación evangélica particular. Es interesante, sin embargo, que nuestra afiliación denominacional no determina nuestra postura con respecto al destino de los no evangelizados. Dentro de la tradición Bautista, por ejemplo, hay representantes de las tres posiciones. Lo mismo se puede decir de los metodistas, los presbiterianos, los luteranos y muchas otras denominaciones.
Además, muchas de las categorías teológicas que dividen a los cristianos son prácticamente irrelevantes en cuanto a este asunto. El ser calvinista, arminiano, dispensacional, adherente de la teología del pacto, carismático, o lo que fuera puede teñir mi opinión pero no determinará el modelo que escojo en última instancia.9 Algunos calvinistas, por ejemplo, afirman el restrictivismo mientras que otros optan por el inclusivismo y otros eligen el modelo de la perseverancia divina.
Lo que sí es importante en el modelo que uno escoge es su visión particular de la naturaleza de Dios (y particularmente la relación entre la ley divina y la justicia), la naturaleza de la iglesia, la importancia de la muerte física, el valor de la revelación de Dios en la creación, la naturaleza de la fe salvadora, los medios de la gracia, y el método más adecuado para hacer la teología. Nuestras posturas con respecto a estos asuntos afectará decisivamente la respuesta que damos a la pregunta: ¿Y qué de los que no han oído?
En otras palabras, no podemos debatir este tema sin suscitar preguntas relacionadas con otras doctrinas importantes. El tema del libro inevitablemente roza con otras áreas de la teología como la naturaleza de Dios, el papel del Espíritu Santo, la iglesia, la salvación, las misiones y la escatología.
Claramente existen múltiples perspectivas con respecto a este tema dentro de la iglesia. Los tres autores de este libro ilustran esa diversidad. Discordamos en nuestra opinión sobre el destino de los no evangelizados en parte porque tenemos distintas perspectivas sobre otros asuntos teológicos. Como resultado de esto, desarrollamos distintos modelos para explicar el destino de los que nunca han escuchado acerca de Jesús. Los lectores que se encuentran persuadidos por alguna posición particular en este libro probablemente comparten con el autor una serie de perspectivas teológicas adicionales.
El desacuerdo que existe entre los tres autores será evidente no sólo en nuestras exposiciones individuales sino también en los capítulos de respuesta que siguen a cada intervención. Después de que cada uno de nosotros exponemos nuestra posición, hay un espacio para que los otros autores cuestionen, critiquen y aclaren puntos esenciales acerca de la intervención del expositor. Es necesario aclarar que ninguno de nosotros piensa que nuestra posición puede ser probada contundentemente. Sin embargo, cada uno sí cree que su posición es más bíblico, más teológicamente consistente y más relevante en la práctica que los otros. La veracidad de nuestras posiciones estará en las manos de los lectores para decidir.
Vale la pena hacer algunos breves comentarios sobre la producción y naturaleza de este libro. Algunos pensarán que yo (Sanders) tuve una ventaja desigual como el encargado de la edición. Este no es el caso. Junto con el personal editorial de Intervarsity Press hicimos un esfuerzo enorme para asegurar la imparcialidad de todas las intervenciones. Aseguro, por ejemplo, que mi capítulo fue completado antes de que viera los capítulos de Nash y Fackre. Así también, Nash y Fackre tuvieron la oportunidad de leer y comentar sobre este capítulo introductorio para asegurar que en él no se prefiriera ninguna posición particular.
Esperamos que nuestros esfuerzos resulten en que el lector pueda tener un mejor entendimiento de las diferentes perspectivas sobre el destino de los no evangelizados. Aunque este libro no constituye la última palabra con respecto a este asunto, nuestra oración es que este libro le sirva como un recurso útil al pueblo de Dios al abordar este importante asunto.

Proviene del libro ¿Y qué de los que no han oído? Tres perspectivas sobre el destino de los no evangelizados. Disponible ya en Librería Cristiana Doulos.