domingo, 20 de diciembre de 2015

Congregad e Id, Id y Congregad: La Adoración de Dios y su Misión (Exodo 20:22-26)

Introducción

En unos doscientos años los historiadores de la Iglesia recordarán la presente generación por sus largas y amargas contiendas en torno a la adoración. Las contiendas acerca de la adoración han dividido a iglesias locales, han resultado en la multiplicación de opciones en los servicios dominicales y han abierto una brecha ancha entre las generaciones de cristianos. Aparte de estas heridas visibles y palpables, las contiendas de la adoración han resultado en una fragmentación de nuestra identidad corporativa como adoradores.

Las confesiones de la Iglesia no han ignorado la cuestión de la forma apropiada de adorar a nuestro Dios. La Confesión Bautista de Fe de 1689 (Capítulo 22.1) dice:

Pero el modo aceptable de adorar al verdadero Dios fue instituido por él mismo, y está de tal manera limitado por su propia voluntad revelada que no se debe adorar a Dios conforme a las imaginaciones e invenciones de los hombres o a las sugerencias de Satanás.

La instrucción presente en la Confesión remonta al “principio regulativo” de los Puritanos que proponía, en los términos más simples, que nuestra adoración debe incluir sólo aquellos elementos que han sido designados en las Escrituras y los elementos que siguen lógicamente de ellos. Lamentablemente, el principio regulativo ha servido más como una gasolina para avivar las llamas de la contienda que como un aliciente que cura la división.

¿A Dios le importa cómo adoramos? Esta pregunta se responde en la Biblia con un enfático. A Dios sí le importa cómo le adoramos. Acuérdense de la historia de Nadab y Abiú en Levítico 10.

En Apocalipsis 4:9-10 leemos: “Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado, adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono.” El propósito culminante de la iglesia, pues, (representada aquí en la imagen de los veinticuatro ancianos, es de adorar a Dios por siempre.

¿Qué es la adoración? El griego del Nuevo Testamento usa dos palabras distintas para hablar de la adoración: latreía y proskuneo. Latreía quiere decir ‘servir’ o ‘laborar’. Proskuneo se refiere a la idea de ‘postrarse’ en señal de honor y reverencia. Juntos estas dos palabras cubren el significado de nuestra palabra española adorar.

El propósito culminante de la iglesia es de adorar a Dios por siempre. Este propósito culminante está conectado al propósito intermedio de la iglesia – el proclamar las excelencias de aquel que nos llamó de la obscuridad a su luz eterna. Por eso, en la medida que adoramos a Dios, ponemos de manifiesto su majestad y su obra poderosa en nuestras vidas. En la adoración le rendimos honor a Dios (proskuneo) a través del servicio y la labor (latreía) de proclamar su evangelio.

La adoración es, pues, imprescindible en la vida de la iglesia porque la prepara para su propósito culminante – adorarle por siempre – y porque contribuye a y cataliza su propósito intermedio – el de anunciar las virtudes de aquel que nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9). En su libro Missional Worship, Worshipful Mission, Ruth Meyers propone que la adoración misional es una aproximación a la adoración y la vida congregacional en que la misión permea todo lo que hace la iglesia. Nos congregamos para adorar con el fin de ir a predicar el evangelio. Salimos a proclamar el evangelio con el fin de congregarnos con una plenitud cada vez mayor. He puesto por título a este mensaje Congregad e Id, Id y Congregad para subrayar la importancia de una adoración a Dios que sigue su mandamiento y su instrucción, no con el fin de preservar una tradición, sino con el fin de aunarnos más plenamente a la misión de Dios.

Contexto Bíblico

El pasaje que encontramos en Exodo 20:22-26 representa el principio del Libro del Pacto. El Libro del Pacto es dada al pueblo de Dios justo después de los Diez Mandamientos con el fin de proveerles una aplicación práctica de la ley de Dios en su contexto histórico particular. Esta instrucción es entregada a Moisés después de que los israelitas habían presenciado la presencia de Dios en el Monte Sinaí.

El Diseño de Dios para la Adoración

La primera serie de leyes en el Libro del Pacto se trata de la adoración y se conecta con los primeros cuatro mandamientos del Decálogo. Esta serie de leyes se trata precisamente de no tener dioses ajenos delante de Dios, de rechazar la adoración de imágenes, de usar apropiadamente el nombre de Dios y de guardar  y santificar el día de reposo. Encontramos en estas instrucciones una serie de estatutos muy específico acerca de la construcción de los altares y las prácticas ceremoniales de los israelitas. Pero encontramos también allí una serie de principios generales que hablan del diseño de Dios para la adoración. Me enfocaré en estos principios generales.

La adoración fluye de la experiencia (v. 22)
"Y Jehová dijo a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto que he hablado desde el cielo con vosotros."

La adoración se basa en la experiencia. Cuando Dios revela su diseño para la adoración corporativa entre los israelitas, les recuerda lo que acababan de experimentar. Les recuerdo lo que han visto y lo que han oído. La adoración verdadera, pues, fluye de la experiencia.

La controversia actual sobre las formas de adoración muchas veces se centran en la experiencia que la adoración produce. ¿Es entretenida? ¿Hace una conexión con la generación actual? ¿Me llena? ¿Cómo me hace sentir el servicio?

Pero la adoración no se fundamenta esencialmente en la experiencia que produce. Al contrario, la adoración procede de una experiencia real y tangible con Dios.

Dice Hebreos 12:28: “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos (latreía) a Dios con temor y reverencia.” La verdadera adoración proviene de la experiencia que ya hemos tenido.

Entonces, ¿cómo nos hemos de preparar para la adoración? La preparación para la adoración no significa necesariamente el despejar nuestras mentes y concentrarnos. La preparación para la adoración es más bien el recuerdo de las obras prodigiosas de Dios en nuestras vidas y el reconocimiento de la provisión misericordiosa que Dios nos ha concedido. La preparación para la adoración es una concentración en la majestad que Dios nos revela. ¿Cómo se preparó usted hoy día para la adoración?

La adoración se enfoca exclusivamente en Dios (v. 23)
"No os hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis."

El diseño de Dios para la adoración es que se enfoque únicamente en él. Noten que en el versículo 23 tenemos un mandamiento doble: uno referido a la plata y el otro referido al oro. Pero la metalurgia no es el propósito central del mandamiento. Lo que Dios nos comunica aquí es que debemos dejar que otras cosas distraigan de nuestro enfoque de Dios. Nuestro enfoque puede ser distraído cuando sustituimos otras cosas por Dios “ni dioses de oro os haráis.” La adoración que enfoca nuestra atención en un sustituto, en algo que no es Dios, no es adoración. Pero nuestro enfoque en Dios también se puede distraer cuando lo añadimos algo a nuestra adoración que no es Dios. “No hagáis conmigo dioses de plata.” Nuestra adoración se adultera y se contamina no sólo cuando removemos a Dios del escenario sino también cuando ponemos en el escenario junto a Dios otras cosas. Algunos vienen a iglesia a encontrarse con amigos, a escuchar la buena música, o a sentirse parte de algo. Para ellos, Dios está ausente – han hecho para sí un dios de oro. Pero otros vienen buscando a Dios, pero quieren ciertas adiciones – asientos cómodos, alumbramiento adecuado, temperatura agradable. Estos han hecho un dios de plata. Pero el enfoque en Dios no es algo que puede ni debe controlar el “equipo de adoración.” No podemos producir un enfoque exclusivo en Dios a través de nuestra actuación. Dios produce ese enfoque a través de la obra de su Espíritu en el corazón del hombre.

Romanos 12:1-2 dice: Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Aquí, Pablo nos enseña cómo enfocarnos en Dios – lo hacemos al presentar nuestros cuerpos como un sacrificio vivo y al renovar nuestras mentes por la transformación espiritual.

No se trata de lo que hace el pastor, el anciano o el diácono. Si estás distraído en la adoración, si tienes dificultad en enfocarte en Dios, no mires primero al plataforma, mira primero tu corazón. La distracción comienza en el corazón no en el plataforma.

La adoración invita la presencia de Dios  (v. 24)
"Altar de tierra harás para mí, y sacrificarás sobre él tus holocaustos  y tus ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas; en todo lugar donde yo hiciere que esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré."

La adoración no se trata de un lugar. Muchas veces nos preocupamos demasiado por el lugar donde nos congregamos. Pero Dios promete que en donde quiera que cause que su nombre sea recordado, él vendrá a bendecirnos. La adoración se trata fundamentalmente de la presencia de Dios. El salmista nos dice que Dios habita la alabanza de su pueblo (Salmo 22:3) y Jesús dijo que donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estaré yo (Mateo 18:20). La Confesión de 1689 (22.6) también trata este tema:

Ahora, bajo el evangelio, ni la oración ni ninguna otra parte de la adoración religiosa están limitadas a un lugar, ni son más aceptables por el lugar en que se realizan o hacia la dirección que se dirigen, sino que Dios ha de ser adorado en todas partes en espíritu y en verdad.

El diseño de Dios para la adoración es que invite su presencia. Cuando adoramos a Dios estamos en su presencia y en su presencia Dios se regocija (Sofonías 3:17). Y este es el genio de la adoración a nuestro Dios - nos lleva a su presencia por su propio deleite y para nuestra bendición.

Conclusión


¡Congregad e id, id y congregad! La adoración provee el único fundamento para la misión. Mientras estemos ocupados en las contiendas de la adoración, mientras que ignoremos el diseño de Dios para la adoración, no podemos esperar ser parte de su misión. La adoración nos prepara para “ir y hacer discípulos” puesto que fluye de nuestra experiencia, nos enfoca en Dios en su santidad y singularidad e invita la presencia de Dios en nuestro entorno. Y esto cubre la parte de “congregad e id” pero ¿qué de la id y congregad? Nuestra experiencia en la misión de Dios, nuestra experiencia de proclamar el evangelio, de alcanzar a los que no han oído, constituye otro flujo en nuestra adoración. A través de la proclamación del evangelio llegamos a comprender más sobre la singularidad de Dios, su santidad, su fidelidad y su poder. Y por eso, nuestra adoración se vuelve más enfocada. Por último, participar en la misión de Dios quiere decir traer a los nuevos creyentes a la comunión de los hermanos y por ende a la presencia de Dios. La conexión entre adoración y misión la vemos en Salmo 29:27: “se acordarán y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.”

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